CAMINAR Y VIVIR POÉTICAMENTE EL CENTRO HISTÓRICO DE CUENCA

EN SU MAYORIA DE EDAD COMO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD  

¿En los 20 años de declaratoria como Patrimonio de la Humanidad existe un Centro Histórico de Cuenca (CHC) que ha sido verdaderamente imaginado? Porque para que esto suceda debe formar parte de los imaginarios de sus habitantes y visitantes y que no solo es suficiente que exista físicamente.

¿Ha existido una pedagogía para experimentar y decodificar sensaciones, -olores, pálpitos, oídos,  miradas-, y significaciones del CHC? Los mensajes urbanos no se imponen de forma vertical, porque  son símbolos legibles que brindan la posibilidad de experimentar y decodificar la arquitectura de la ciudad a través de la estrategia más simple: caminar el CHC.

Parafraseando a Humberto Maturana, se podría decir que el CHC es un lugar para caminar. Y este caminar, implica reinventar la ciudad. ¿Hemos caminado y vivido poéticamente el CHC?

Pero este caminar no puede ser un acto de comunicación unilateral. Es ante todo un hecho decodificador que involucra al viandante con su experiencia vital. Ningún mensaje urbano permanece impermeable a la lectura de su receptor.

Y la historia de los recorridos del CHC debe comenzar en el suelo, con los pasos, que permiten una representación háptica y de apropiación cinética de su arquitectura.

La experiencia caminante del CHC debe traducirse de este modo en la elaboración de mapas mentales para transcribir sus huellas y sus trayectorias. Deben ser imágenes transitivas, caligrafías móviles antes que simples representaciones frías de una ciudad funcionalista. Y esta caligrafía urbana debe registrar los tres valores fundamentales del  CHC: su sensibilidad, su deontología, y su epistemología. Es decir, sus sensaciones, sus éticas, y sus verdades profundas.

Más allá de la puramente funcional y pragmático del andar por el CHC, una retórica caminante permitirá seleccionar y escoger lo más significativo y existencial de la ciudad; o si se prefiere decir en clave literaria, se deberá ejercitar un asíndeton urbano.

El CHC no es un cuadro renacentista que debe ser visto desde una sola perspectiva. Más bien, es un collage espacial compuesto de reliquias arquitectónicas, historias yuxtapuestas, tiempos amontonados, textos rotos, fragmentos, cronotopos, fenotopos…..  donde sus relaciones son móviles y forman, por eso,  un conjunto simbólico de alta significación.

De este modo el CHC estará presente como un relato a la espera, como un  jeroglífico urbano listo a ser reinventado y ricamente imaginado por sus habitantes y visitantes.

Esta tarea es sin lugar a dudas un desafío para vivir una experiencia en libertad, basada en la vivencia directa, imaginativa, fenomenológica, libre del lenguaje de sus ataduras convencionales para acercarse a la poética arquitectónica, a un diálogo de altura, entre los sentimientos expresados en la arquitectura de la ciudad y de quienes experimentan un lugar tan especial.  

Alberto Saldarriaga manifiesta que en los recorridos de la ciudad se presenta una actitud activa y creativa, porque se producen encuentros y desencuentros, pérdidas y descubrimientos, desconciertos y excitaciones. Las características de la actividad creativa están presentes con fuerza en la vivencia de la arquitectura y el espacio urbano. Absorberse en el presente del lugar, sentir sus cualidades, fascinarse en su recorrido o en su contemplación, todo ello califica creativamente las vivencias del recorrido. La excitación del lugar aviva los sentidos y dispone la mente para recordar, imaginar, explorar, indagar, preguntar, dudar, reconocer, detallar, o simplemente, sentir. Cuando se dan estas condiciones materiales y subjetivas, una mayor vitalidad y poética se experimentará.

Existen diferentes experiencias poéticas del CHC. El sentido poético es indisociable de sus lugares y de sus  circunstancias. La experiencia de lugares altamente simbólicos como sus iglesias o plazas  se intensifica, y sucede de modo diferente con la poética de lo sencillo, que al ser mirado poéticamente, depara incontables momentos de otro goce estético. Por este motivo, la dignidad de las  obras arquitectónicas del CHC no depende de la importancia ni del tamaño. Un rincón cualquiera, un recinto humilde, una pequeña casa de un barrio tradicional con su patio que recibe los rayos del sol o el agua lluvia de invierno, todo ello y otros detalles, es también fuente de  experiencias poéticas.

Siempre, el habitante o el visitante que está dispuesto a vivir poéticamente el CHC, experimentarán esas diferencias y lo sentirán plenamente. En todo caso, la poética de la arquitectura se revelará cuando la materia trasciende lo prosaico y lo puramente utilitario, y se ilumine, por así decirlo, con destellos de sensibilidad, unas veces intuitivas, otras deliberadas, unas veces circunstanciales, otras permanentes.

También las experiencias poéticas tienen una relación directa con la temporalidad del CHC. El pasado es una de ellas, porque posee su propia pátina y evoca vivencias especiales. Y estas experiencias del pasado son más rotundas cuando se confrontan con la fuerza de lo nuevo propio de la contemporaneidad. En el CHC cohabitan como hojaldres urbanos varios estilos arquitectónicos que han esculpido lentamente la forma de la ciudad: aborigen, colonial, republicano, moderno y contemporáneo.

No olvidemos que  las cualidades del CHC no radican únicamente en sus  formas arquitectónicas o en sus materiales. Radica también en aquello que favorece la vida cotidiana de sus habitantes y visitantes: el derecho a la ciudad para disfrutar de un hábitat seguro y saludable, la vivienda digna, los espacios públicos y equipamientos comunales, los lugares para la cultura y la participación democrática plena de los ciudadanos.

¿Ha existido una pedagogía para experimentar y decodificar sensaciones, -olores, pálpitos, oídos,  miradas-, y significaciones para vivir poéticamente el CHC?

Varias ciudades en el mundo tienen experiencias  pedagógicas exitosas para celebrar la arquitectura, el urbanismo y la vida. Son festivales permanentes para reinventar el patrimonio edificado y también para redescubrir a su gente, sus historias y anécdotas escondidas detrás de sus muros. Festivales que bien pueden ser emulados en el CHC.

Equipos multidisciplinarios (arquitectos, antropólogos, fotógrafos, historiadores….) pueden tener esta misión: vincular la ciudad, la arquitectura y su gente, mostrar el patrimonio a través de recorridos programados en el CHC.

Dirigido a habitantes y visitantes del CHC para la apropiación transversal  del patrimonio edificado en el territorio. Además, para que cada ciudadano de cada barrio, pueda  conocer el patrimonio más cercano y el más lejano, el particular y el público, y lo sitúe  dentro de su experiencia  e historia personal para aprender a amarlo.

Son otras formas de mirar la arquitectura y la ciudad en las que se pueden ofrecer varios tipos de ricas experiencias: arte urbano, festivales culturales, recorridos guiados por expertos….

Abrir las puertas del patrimonio público y las casas de los propietarios privados en un programa bien diseñado. Conocer el hogar del vecino que abre generosamente su casa patrimonial para  escucharle cómo vive, quién diseño y construyó su casa, cómo se distribuye, disfrutar del aroma de los geranios y magnolias del patio, enamorarse del detalle constructivo…

La experiencia poética del CH no solo es un acto de conciencia presente, sino también una fuente de ideas para reinventar el pasado y construir el futuro.  Según Heidegger, construir es habitar y  sólo por medio del habitar se construye poéticamente. El habitar y el construir de este modo originan con rotundidad el sentido de pertenencia a un lugar.

En su mayoría de edad como Patrimonio de la Humanidad, construyamos una pedagogía propia para caminar y vivir poéticamente el CHC.

Carlos Jaramillo Medina

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