LAS ABEJAS PIERDEN SU NORTE

Las investigaciones sobre las abejas se han realizado desde tiempos inmemoriales. El zumbido, la fascinante mini-sociedad, su organización y las capacidades cognitivas, son objeto de estudios y conjeturas. Aristóteles, Plinio y Virgilio ya observaron con atención su comportamiento.

Según los últimos estudios las abejas viven en un entorno muy distinto del de hace 50 años. Ha disminuido la población por varios factores: emergencia de nuevas enfermedades, uso de pesticidas, la mano humana depredadora en los paisajes y la administración de los panales.

Con la colocación en la espalda de un sistema de radar con una antena de 16 milímetros, el doctor Wolf y su equipo, ha seguido el movimiento sutil de las abejas para rastrear sus desplazamientos. La carga del aparato no les dificulta viajar porque estos insectos soportan sin problemas hasta el 90% de su propio peso.

Se descubrió que  las abejas mostraban un comportamiento errático, un déficit en su plan de vuelo y problemas para ir y regresar a las colmenas. Se conjetura que todo este descalabro aéreo  es debido en gran medida a las nuevas enfermedades como el “nosemae caranae” procedente de Asia.

Estas obreras del aire en condiciones normales recogen el néctar entre 7 y 13 viajes por día, emplean entre 27 y 45 minutos en cada uno de esos desplazamientos, pueden visitar entre una y 200 flores en cada viaje, la velocidad punta es de 29 kilómetros por hora, son capaces de recorrer hasta 804 kilómetros a lo largo de su  vida, y viven entre 28 y 180 días dependiendo de las condiciones tornadizas del tiempo.

Pero estas increíbles obreras aéreas pueden sufrir también trastornos y se extravían debido a los pesticidas. En base a un programa informático se ha detectado que existe un declive en las colonias de abejas y que su capacidad para cuidarse y de comunicarse mediante movimientos del abdomen para indicar una dirección y plan de vuelo se altera.

La capacidad para aletear entre las flores cada vez que salen de viaje ha disminuido, la interactuación con el medio ambiente ya no es eficiente e inclusive son mucho menos ineficientes que las sociedades humanas.  Sus reflejos naturales conocen menos el secreto del  mundo de las plantas y se dirigen a tientas en el espacio a buscar con dificultad el material entre las flores para alimentar su azucarada fábrica.

Las abejas han perdido su norte de una manera acelerada en las últimas décadas. ¿Seguirán sin rumbo en este nuevo siglo hasta perder definitivamente la brújula?  Según la predicción de Einstein, su desaparición provocaría una crisis alimentaria y a la humanidad le quedarían sólo cuatro años de vida. Sin abejas, no habrá polinización, hierba, animales, ni hombres. 

Carlos Jaramillo Medina

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