EL PRECIO DEL SUELO URBANO

ENCONTRAR, HALLAR, ESPECULAR

Nuestra Señora de Atocha, el galeón español lleno de oro, plata y piedras preciosas extraídas de las minas de México, Perú y Colombia, naufragó junto con otros ocho, entre el 4 y el 5 de septiembre de 1622 ante la furia de una tormenta huracanada en Key West, Florida.

En julio de 1985 fue encontrado el galeón por una misión americana luego de 5 años de trabajo cuyo valor del tesoro según los expertos cotizadores tiene un precio en el mercado de unos 400 millones de dólares. Las leyes internacionales vigentes estipulan que, previo al otorgamiento de los permisos de las autoridades  correspondientes, la mitad de los avalúos pertenece a los países originarios, y la otra, a los buscadores de tesoros.

Pero imaginemos otro escenario muy distinto: que el mismo galeón de Nuestra Señora de Atocha fue hallado por un buceador mientras realizaba sus labores deportivas. ¿Tiene derecho a que las autoridades le reembolsen 200 millones de dólares, la mitad del avalúo del tesoro?    

En estos ejemplos subyacen algunos conceptos generales que bien merecen ser analizados para luego trasladarlos con analogías al mundo de la especulación urbana.

Encontrar:

Dar con una persona o cosa que se busca.

Hallar:

Dar con una persona o cosa sin buscarla.

Trabajo, valor y precio:

Según la “Teoría de la Renta” de Marx, cada mercancía requiere el esfuerzo de sus productores,  y lo que se compara y se contrasta en el mercado es la cantidad que cada una de ellas representa de este trabajo general. También aclara que ese trabajo en economía se denomina valor, y que ese valor, se expresa  en un precio.

La  misión americana encontró el galeón con el tesoro después de trabajar 5 años. Ese trabajo intenso, complejo, arriesgado y sacrificado tuvo un merecido pago expresado en un precio de 200 millones de dólares. Las autoridades calculan que ese trabajo, más los gastos de capital, equipos de buceo y otros gastos logísticos necesarios para la aventura, asciende en este caso a un monto de 150 millones, por lo que la ganancia neta por el tesoro encontrado representa 50 millones. Una acumulación razonable equivalente  a la renta que pudo  haber producido ese capital invertido en 5 años. Cualquier monto que se pague a una misión y que sea superior a la mitad del avalúo del tesoro encontrado, se constituirá en un “pago en exceso” porque supera los valores establecidos en la Ley y además deberá ser devuelto en un plazo determinado.

Mientras que el feliz buceador que halló por casualidad el mismo tesoro sin buscarlo, sin trabajar y por tanto sin incurrir en gastos de capital y de operación, no puede tener ningún pago. Pero por justicia y en honor a su mérito deportivo, debe ser reconocido por las autoridades con un premio honorífico, que muy bien puede ser una medalla de oro confeccionada con algunas de las monedas halladas, y además, con una recompensa razonable que podría ser la renta producida en un año por el capital estipulado de la mitad del avalúo del tesoro, es decir, 14 millones de dólares.

Hagamos  un esfuerzo para hacer analogías, de los conceptos generales que subyacen en  los ejemplos del galeón de Nuestra Señora de Atocha, al mundo del mercado del suelo urbano.

El suelo urbano es como el tesoro del galeón, una materia básica escasa y difícil encontrarla. No es renovable y su transformación en las ciudades en “simple soporte pasivo” deviene irreversible. Para que las ciudades surjan, el suelo debe ser adaptado y adecuado, es decir debe ser construido (vías, equipamientos, etc.). Es el espacio construido inmóvil con respecto al suelo que lo soporta, ya que se produce y consume en el mismo lugar y se extiende indefinidamente en el tiempo (Fernando  Cordero).

En sentido estricto y siguiendo  la “Teoría de la Renta” de Marx, el simple suelo urbano que no ha sido construido y por tanto trabajado no tiene un precio porque no existe un valor incorporado por la sociedad. (Samuel  Jaramillo). El simple suelo urbano en última instancia, es producto del big-bang: el universo en un estado de muy alta densidad que se expandió para formar las galaxias, las estrellas y los planetas, entre ellos nuestra Tierra.

La noción de simple suelo urbano no construido que no tiene precio en sentido estricto, podría ser traslado con una analogía al mundo de los tesoros submarinos con este escenario.

Los 3 países dueños originarios del tesoro decidieron más bien, antes que negociar la búsqueda  con una  misión extrajera, realizar la exploración por su cuenta para encontrar  directamente el tesoro, con el interés cultural de catalogarlo como un bien patrimonial por su enorme valor histórico, científico y artístico. Al lograrlo, el tesoro que en este escenario no tiene un valor comercial, más bien pasó a formar sendos museos en los que se puede admirar parte de la historia del despojo de las colonias americanas. De este modo, el tesoro expuesto no tiene valor monetario ni tampoco precio alguno para ser comprado.

Pero en la cultura capitalista formal se asimila como moral una ganancia por vender una mercancía cualquiera, sea un tesoro o el suelo urbano. Por esta razón en el mercado del suelo urbano,  y al tratarse inclusive de terrenos vacantes que no disponen de ninguna adaptación y adecuación, tienen un precio a pesar de no tener valor. Es el precio del suelo urbano en sí por estar ubicado dentro del límite urbano de las ciudades. Estos bienes además ganan una plusvalía que corresponde al interés anual que rige el mercado.

Es el precio del galeón de Nuestra Señora de Atocha sumergido en las aguas profundas del océano lleno de oro, plata y piedras preciosas extraídas de las minas de México, Perú y Colombia.

Pero el suelo urbano debe ser construido para hacer ciudad. Se llama valor incorporado al suelo cuando se le dota en forma directa de agua potable, alcantarillado, electricidad, alumbrado público, recolección de residuos sólidos, vías, aceras, internet, gas por tubería, etc. Y de forma indirecta, cuando se analiza su área urbanística de inclusión y en ella se disponen de equipamientos y servicios de diverso tipo (FC).

Es el valor del trabajo intenso, complejo, arriesgado y sacrificado que tuvo  la misión cuando encontró el galeón con el tesoro luego de laborar 5 años.

Estos dos precios del suelo urbano, más una ganancia ordinaria que pueda ser regulada socialmente por Ley en el mercado capitalista, dará como resultado el precio regulado de compraventa.

Pero en el capitalismo salvaje se busca obtener una ganancia de cualquier forma, aunque sea inmoral y que no provenga del trabajo y de una ganancia regulada por Ley, sino de la especulación. En el mundo del mercado inmobiliario capitalista hay un conjunto de circunstancias relacionadas con las particularidades de localización y “aptitudes” de la tierra urbana, que darán lugar a una diferenciación entre la renta absoluta y una familia de rentas diferenciadas  (de monopolio, de segregación, de vivienda, de comercio, de regulaciones urbanas referidas al COS, CUS, la distribución de cargas y beneficios urbanos, de obras públicas urbanas generales,  y otras no menos subjetivas).  El precio real de especulación de un terreno tendrá una ganancia adicional o sobre-costo que no será otra cosa que la capitalización de las múltiples rentas el suelo (FC).

El precio real de especulación tiene como uno de sus orígenes la apropiación privada de las inversiones públicas y de las regulaciones municipales , y por otro lado, el aprovechamiento del prestigio social que se otorga por los imaginarios urbanos a un determinado uso de suelo.

En el mundo de las expediciones submarinas, por el contrario, existe una determinación legal que regula la ganancia ordinaria: la mitad del avalúo para los buscadores de tesoros, y la otra, para los países dueños originarios.

El precio real de especulación del suelo urbano es el gran des-ordenador urbanístico como lo ha demostrado Fernando Cordero (2016). Describamos brevemente algunas patologías urbanas:

  • Más del 30% de la población vive en lugares alejados de su trabajo, diariamente sacrificando su calidad de vida, economía y equilibrio familiar.
  • El 40% del suelo urbano encarece el  precio de la vivienda y mantiene al 36% sin acceso a la propiedad.
  • El crecimiento irracional de las ciudades y la dotación de servicios cuesta a todos y está solo en beneficio del especulador.
  • “En algunos lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. En otros, se crean urbanizaciones ´ecológicas´ sólo  al servicio de unos pocos, donde se procura evitar que otros entren a molestar una tranquilidad artificial. Suele encontrase una ciudad bella y llena de espacios verdes bien cuidados en algunas áreas ´seguras´, pero no tanto en zonas menos visibles, donde viven los descartables de la sociedad” (Carta Encíclica LAUDATO SI, Papa Francisco, Sobre el cuidado de la Casa Común, 2015).

Una propuesta de Ley que evite el predominio de la especulación en la dinámica de la economía nacional es necesaria, por el bien de tod@s. Al final de cuentas, una medida contra la plusvalía desmedida, no es per se una mera respuesta ideológica, sino una acción responsable, ante la advertencia de la historia.

La Constitución, las leyes y las ordenanzas municipales deben garantizar a todos los ecuatorianos “el derecho a la ciudad” (HABITAT III, 2016) y a tener casa propia como un ahorro patrimonial legítimo y legado para  las futuras generaciones.

El suelo es como el tesoro encontrado en el galeón de Nuestra Señora de Atocha: un bien escaso no renovable que debe ser encontrado y construido en función de las auténticas necesidades de la ciudad y no de otros intereses particulares, como hallar rentas ilegítimas sin trabajar para  especular inmoralmente el suelo urbano.  

Carlos Jaramillo Medina

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