Una década ganada

El tiempo cotidiano más inmediato lo medimos con el reloj y el más amplio con el calendario, sistema utilizado para marcar el tiempo en años, meses, semanas y días.  La palabra calendario se deriva del latín “calendarium”, los antiguos libros de contabilidad romanos.

El tiempo más amplio se marca también con el almanaque, palabra árabe “al-manakh” que mide el ciclo anual de la cultura islámica. El célebre almanaque Bristol editado en el siglo 19 por el médico británico dueño de una farmacia, servía inicialmente para que sus pacientes tomen los medicamentos de forma correcta.

Pero a más del tiempo cotidiano, del calendario y el almanaque, existe el tiempo subjetivo existencial: un instante feliz puede durar una eternidad, o una triste eternidad puede ser olvidada en un instante; la noción del tiempo cristiano niega la posibilidad de un tiempo cíclico, propio de las culturas mágicas, para concebirlo como lineal orientado hacia el futuro, como un desplazamiento que tiene su origen en la creación que culminará en el juicio final; o la noción de Jorge Luis Borges, que concibe el tiempo como “la sustancia de que estoy hecho, el tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego”.

Nuestra naturaleza humana se nutre de las tres temporalidades, la cotidiana, del calendario y la existencial, pero siempre referida dentro del horizonte del tiempo y de las posibilidades futuras de la existencia humana: un camino para llegar, un poder ser, un mundo abierto posible. Existimos finitamente, vivimos no solo para morir, sino para vivir.

Además recorremos el tiempo entre el momento del nacimiento y la muerte de tal forma que los ahoras configuran las secuencias de nuestro tiempo. Ahoras cotidianos que son vivencias que configuran las secuencias o etapas de nuestras vidas (infancia, niñez, adolescencia, juventud, madurez, adultez y vejez) pero siempre manteniendo nuestra mismidad. No es posible sin embargo sepultar el pasado o una etapa  de nuestras vidas en la nada, a no ser que optemos por una  fatal decisión.

¿Cuál es la mejor etapa de nuestras vidas? Cada quién puede calificarla según su rica y positiva experiencia de vida.  Sin embargo, la adultez nos dio el regalo de ser abuelos de tres nietas y pronto otr@ niet@ por venir.

El amor perfecto, de ahoras y vivencias existenciales profundas, reciprocidades, complicidades, incondicionalidades  y eternos instantes de ternuras.  ¡Cuando las nietas atraviesan el umbral de la puerta, la disciplina vuela por las ventanas de la casa! Su visita es una gota de miel en la felicidad de los abuelos, porque traen un gozo placentero e indescriptible al hogar. No cabe la menor duda, ha sido la década de los abuelos, ha sido una década ganada.

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