“Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso; se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos”, dijo el Papa.
Sin embargo, en medio de esas densas tinieblas, de pronto se escuchan sonoros aplausos que rompen ese silencio que ensordece e inundan de gratitud ese vacío desolador….
Son de los vecinos de las ciudades que agradecen a los héroes médicos y paramédicos que luchan para vencer la pandemia.
Los aplausos llegan desde los balcones de las casas, esos umbrales de la arquitectura que se cuelgan de las fachadas y que se conectan con la calle para participar en la vida pública de la ciudad.
Densas tinieblas, coronavirus y sonoros aplausos de gratitud desde los balcones, se entremezclan en esta inesperada y furiosa tormenta que desenmascara nuestra vulnerabilidad.
