Salir a la calle

La calle es el lugar de los valores urbanos, reino indiscutible de la gestualidad pública y de la escenificación cotidiana.

Más que pura funcionalidad la calle es información y lugar de los primeros contactos humanos, trayecto, sentido, transcurso del tiempo urbano, celebración de los contrastes culturales, pulso del tráfago ciudadano.

La calle tiene atributos espaciales e imaginativos, proporciones, dimensiones, caja de resonancias del volumen urbano, receptáculo de colores, olores y sabores. También es epicentro de la revuelta callejera y significación histórica, cultural, social y económica.

Históricamente la calle ha significado muchas cosas. En el Medioevo la articulación con la plaza y la iglesia; el instrumento del orden, control  y forma simbólica capaz de expresar valores ideológicos en el Renacimiento, la Colonia Americana, el Barroco y Neoclasicismo.

Puede haber diversos tipos de calles según se trate de usos obligados o elegibles. Los usos obligados se refieren a las líneas de transitabilidad forzosas. Es la rutina de la senda lo que cuenta; es la necesidad funcional a secas lo que importa.

En cambio, los usos elegibles de la calle se refieren a los recorridos alternos, de paseo, caminos de reflexión, perdidos y laberínticos. No se podrían soslayar las calles híbridas que participan de las características de las dos anteriores.

No cabe duda que existirán reglas subyacentes que gobiernan los circuitos urbanos. Y esas reglas se ritualizan solo por las persistencias colectivas e individuales que hacen mover a los ciudadanos.

¿Por qué por ahí y no por otra calle se camina? ¿Existen referencias cósmicas que se mimetizan en la tierra y en las ciudades?

Para Ortega y Gasset  la ciudad es ante todo: calle, plaza, plazuela, lugar para la conversación, la disputa, la elocuencia, la política. Es un ensayo de secesión que hace el hombre para vivir fuera de la casa y frente al cosmos, tomando de él porciones selectas y acotadas.

Ahora, que estamos confinados en casa, podemos darnos cuenta de la importancia de salir a la calle, ya sea por el imperativo de los usos obligados, o por el capricho de los usos elegibles.

Este obligado confinamiento padecen igualmente miles de hogares que ocupan precarias viviendas en situación de hacinamiento y sin los servicios básicos. Para estos hogares, sin embargo,  la calle se constituye en la necesaria prolongación de su vivienda y además en su lugar diario de trabajo.

Y miles de personas por su condición de indigencia, sobreviven su pandemia, drama y confinamiento forzoso, paradójicamente, en la misma calle. Sobrevivir en la calle en tiempos del coronavirus, puede ser la cara más cruel de una crisis mundial que pone en peligro a todos.

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