Monetizar el Espacio

Una empresa privada envía por primera vez astronautas al espacio para acoplarse a la Estación Espacial que se encuentra a 400 kilómetros de la Tierra. La misión ya no corresponde a la NASA sino a la empresa Space X de Elon Musk. El lanzamiento coincide con el pico de la pandemia del coronavirus, cuando se ha rebasado en EE UU la cifra simbólica de 100.000 fallecidos y el país se encuentra envuelto en las protestas raciales contra la violencia policial después de la muerte de George Floyd en Minneapolis.

Dos veteranos astronautas llegaron por una pasarela elevada a 70 metros del suelo, vestidos con sus estilosos trajes espaciales diseñados por la misma empresa  del jefe de Space X. Con la clásica sonrisa americana abordaron la cápsula Crew Dragon colocada encima del cohete Falcon 9, bautizado así en honor del Halcón milenario de Han Solo.

 Después de superar varios obstáculos, el Falcon 9 ha subido por el cielo, como una jabalina incandescente lanzada por la Diosa Griega Antigua Atenea, para poner  en órbita a los astronautas. Una nueva era del espacio, la carrera espacial privada, o más precisamente,  la era de la monetización del espacio.

Elon Musk, el multimillonario dueño de PayPal  y Tesla, entra en la exclusiva liga de entidades que han enviado astronautas al espacio. Creció consumiendo ciencia-ficción y comprendió que la misma tecnología que le hizo rico le permitiría cumplir sus sueños infantiles alimentados por la hazañas de la NASA. Si la misión concluye con éxito, se consumará el cambio en la relación del ser humano con el espacio. Los planes de las compañías privadas concretarán los viajes de turistas y además inyectará confianza en los próximos objetivos de negocios espaciales. Primero, volver a la Luna, después llegar a Marte y en unas décadas viajar a las profundidades de nuestro Sistema Solar.

Este acontecimiento es también un signo de nuestros tiempos privatizadores que trae una pregunta sobre los nuevos “robber barons”, ese término utilizado en Alemania para nombrar a los primeros nobles  que se enriquecían ilícitamente y luego a mediados del siglo 19 para quienes amasaban grandes fortunas manipulando mercados y corrompiendo  gobiernos,  gracias a los desarrollos tecnológicos o industriales de la época. Vanderbilt, Morgan, Astor, Stanford, Rockefeller, Rosthschild, entre otros, manejaron de este modo industrias que moldearon el mundo del acero, ferrocarriles, petróleo, finanzas y medios.

En esta nueva época de innovación tecnológica digital ese término está de vuelta. Musk es uno de ellos. Existen otros “barones”: Bezos, Zuckerberg, Kalanick que se han convertido en multibillonarios y poderosos gracias al manejo de los datos a través de algoritmos para solucionar problemas cotidianos. Uber, Airbnb y Facebook han desbaratado negocios mundiales enteros, pero a diferencia de hace un siglo y medio, sus negocios utilizan nuestros datos, ven cómo navegamos Internet, reconocen nuestros gustos y saben antes que nosotros qué queremos comprar. Su control sobre nuestras vidas es espeluznante, se aprovechan de que todavía no hay leyes universales para imponer sus condiciones y chantajes laborales.

Es probable que cuando Elon Musk colonice Marte en 2022 pronuncie esta frase: un pequeño paso para Space X, un gran salto para la monetización del espacio.

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