La pandemia ha movilizado de un modo sin precedentes a un sector cuyo papel es clave en esta crisis: la investigación científica internacional. La Revista Nature calculaba que solo hasta el 12 de marzo se habían realizado 900 estudios sobre el virus que tres meses antes ni siquiera se conocía.
La ciencia está en una carrera para encontrar una vacuna y los tratamientos que permitan neutralizar los efectos sanitarios de la pandemia. Y es aquí donde los esfuerzos conjuntos se tornan fundamentales. La OMS coordina a toda la comunidad científica para determinar las prioridades en materia de investigación y acelerar los avances.
En esta frenética carrera se estudian las moléculas o mecanismos de infección del SARS-CoV-2 que pueden constituir dianas terapéuticas de interés. Entre ellas se destaca la proteína “S”, que le permite al virus acoplarse y fijarse a la superficie de las células que ataca.
Cuando la vacuna esté lista las preguntas clave serán: ¿Quiénes deben recibirla de manera prioritaria? ¿Cuál debe ser la estrategia de asignación de la vacuna?
Es seguro que la gestión política de los gobiernos ricos ejecuten el proteccionismo de las vacunas para asegurarse sus dosis de los fármacos anti-virus y el acaparamiento será un fenómeno del que se hablará en los próximos años. China ofrece “generosamente” un crédito de 1.000 millones de dólares para que los países de América Latina y el Caribe “cuenten con la vacuna como un bien público de acceso universal”.
La Casa Blanca financia con mucho capital a las multinacionales farmacéuticas la urgente elaboración del fármaco a cambio de un trato preferente de su entrega. La Unión Europea también está en líneas similares, en una espiral de sálvese quien pueda. Se habrá inaugurado de este modo una suerte de nacionalismo vacunal.
Este nuevo nacionalismo beneficiará a su propia población aun a costa de la salud de los países pobres. Y este tipo de egoísmo no sirve en una pandemia, que es por definición propia un fenómeno mundial. El supuesto beneficio parcial solo protegerá a una minoría pues el virus probablemente contraataque con la fuerza redoblada del tiempo y la evolución viral.
En el caso del coronavirus la globalización en la venta y distribución de los medicamentos contra el virus resultan insuficientes, injustos e inhumanos. ¿Sufriremos en el inmediato futuro los efectos del nacionalismo vacunal? Que Dios y la OMS no lo permitan.
