En tiempos de relativa estabilidad se hacen caminos porque hay lugares a los que se puede ir y llegar. El poeta dice:
“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas en la mar”.
En momentos de inseguridad, cuando los lugares funcionales o pasionales pierden su sentido, los caminos se borran. Entonces, el caminante se convierte en errante. No tiene camino para deambular, sino que abre camino para andar, toma constantemente decisiones que le conducen a resultados inciertos.
Y en este año 2020 los dilemas del mundo pandémico y globalizado han creado laberintos y encrucijadas que nos han desorientado a todos los caminantes de la Tierra. Ha sobrevenido de este modo una sensación abrumadora de confusión, aislamiento y vulnerabilidad y la distancia entre humanos y los lugares funcionales o pasionales nos ha forzado a cuestionarnos quiénes somos, cómo debe ser la relación del ser humano con la naturaleza y cómo queremos vivir.
Caminar, errar, desorientar, son las vicisitudes que le ha tocado vivir al hombre durante su existencia.
Amables lectores, esperemos que en el nuevo año vuelvan las dos primeras, porque el caminar por el camino y el errar abriendo camino, hacen camino al andar.
Textos Consultados
(*) Antonio Machado, “Poesías Completas”, Residencias de Estudiantes, (Primera Edición, 1917); y “Mano a Mano”, Cuaderno N° 2 de Arquitectura, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Cuenca (2014).

