TRINCA-VACUNA

A mis lectores habituales les recuerdo que el 26 de julio del 2020 escribimos el artículo “Que Dios y la OMS no lo permitan”.

Hacíamos dos preguntas para cuando la vacuna estuviese lista: ¿Quiénes deben recibirla de manera prioritaria? ¿Cuál debe ser la estrategia de asignación de la vacuna?

Sosteníamos además que los gobiernos ricos impondrían políticas de proteccionismo para asegurarse sus dosis de los fármacos anti-virus y que el acaparamiento sería un fenómeno del que se hablaría en los próximos años.

Se conocía a esa fecha que la Casa Blanca y la Unión Europea financiaba a las multinacionales farmacéuticas la urgente elaboración del fármaco a cambio de un trato preferente de su entrega en una espiral de sálvese quien pueda y que de este modo se inauguraría una suerte de nacionalismo vacunal y que este nuevo nacionalismo beneficiaria a su propia población aun a costa de la salud de los países pobres.

Nos preguntábamos: ¿Sufriremos en el inmediato futuro los efectos del nacionalismo vacunal? Y afirmábamos: Que Dios y la OMS no lo permitan.

Han pasado 6 meses y ha corrido mucha agua bajo del puente de la pandemia. A finales de año las principales farmacéuticas produjeron la tan ansiada vacuna. A comienzos del presente año 3 de cada 4 dosis de vacunas de Pfizer (1.500 millones de 2.000 millones) están comprometidas mediante acuerdos confidenciales por los países ricos. Solo se ha dejado una parte muy pequeña de las dosis para los países pobres y las organizaciones humanitarias.

La investigación desarrollada por estas compañías farmacéuticas ha sido financiada por los gobiernos de los países poderosos. A pesar de dicha ayuda, esas multinacionales han patentado las vacunas y se han reservado el derecho de su distribución, lo cual les garantiza unos beneficios seguros, y sospechamos, desmesurados.    

Israel hasta la fecha es supuestamente el país más exitoso porque ha logrado vacunar a cerca del 50% de su población. Ha recibido 10 millones de dosis elaboradas por Pfizar-BioNtech, otras seis millones de Moderna y una cantidad desconocida de AstraZeneca, a cambio de pagar a las empresas casi el doble del costo por dosis.

El acaparamiento de vacunas solo para los más ricos prolongará esta calamidad y retrasará la recuperación de los países pobres. Este tipo de egoísmo no sirve en una pandemia, que es por definición propia un fenómeno mundial. Nosotros primero, no yo primero, es la única forma de poner fin a la pandemia.

Ecuador no se ha quedado atrás en la injusta repartición del fármaco. No están garantizadas las dosis necesarias para la población y el gobierno se ha limitado a importar tan solo 8.000 vacunas, que no se sabe para qué sector están destinadas. De las pocas dosis que llegaron el  Ministro de Salud desvió la vacuna a la presidencia de la república,  a sí mismo y a una residencia privada de altos ingresos donde se aloja su madre y más familiares.

Hasta ahora los gobiernos ricos han vacunado a sus habitantes. Pero por desgracia, Dios y la OMS no han podido controlar los nefastos efectos de la trinca-vacuna que ha beneficiado solo a los países poderosos y a una pandilla reducida de amigos de los países pobres, entre estos a nuestro atribulado Ecuador.

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