Nuestra Facultad de Arquitectura

Los historiadores suelen coincidir que el siglo 20 ha sido “el siglo de la ciencia”. Su desarrollo tuvo dos dimensiones: el infinito del cosmos y la infinitesimal del átomo. En los años 60, mientras tanto,  se dieron apasionados debates ideológicos que motivaron una profunda  reforma del pensamiento y la cultura: en el mundo del arte las vanguardias se desbordaron en múltiples tendencias que oscilaron entre la provocación, el humor y la denuncia, en una constante y vertiginosa búsqueda de nuevas formas expresivas. El cine devino en arte, negocio y espectáculo; la música en aventura; la literatura encontró una de las  cajas de resonancia más sensibles para todas las pasiones; y la arquitectura, con los grandes maestros en Europa y Norteamérica, hizo la apuesta por la ética y la estética con realizaciones arquitectónicas que afianzaban su universalidad a través de la profundización de su inconfundible identidad.

Paralelamente nuestra pequeña ciudad se despertaba del letargo centenario de la pre-modernidad para mirar con esperanza el horizonte que ofrecía la modernidad. Cuenca, a finales de los años 50, rondaba apenas los 100.000 habitantes, los ciudadanos se movilizaban a pie, había poco más de 1.000 vehículos de uso particular, el servicio de transporte público era casi inexistente y el área urbana habitada excedía apenas el Centro Histórico.

Hasta la primera mitad del siglo 20 las edificaciones pre-modernas eran concebidas por arquitectos foráneos y hábiles albañiles y artesanos. En los años 50 y 60 la “arquitectura de las líneas rectas” era pensada y construida por ingenieros. Los ingenieros civiles del Ecuador graduados hasta 1.967, además de realizar sus propias labores, estaban facultados legalmente para ejercer la profesión de arquitectura.

En el año de 1.957 el Arquitecto Jorge Roura Cevallos, funcionario municipal en aquel tiempo, fue llamado por la Escuela Superior de Ingeniería Civil para que ejerza la cátedra de Arquitectura. Esta asignatura despertó el interés de los estudiantes para organizar un “cursillo vocacional” del que surgió la decisión de abrir una Escuela de Arquitectura.

Fue el 8 de Julio de 1958 cuando la Universidad de Cuenca, guiada por el pulso claro y visionario de uno de sus más renombrados rectores, el Doctor Carlos Cueva Tamariz, acordó fundar la Escuela de Arquitectura adscrita a la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas, – hoy Facultad de Ingeniería-, para atender la demanda del acelerado proceso de urbanización y de los conceptos generales de la urbanística moderna consignados en el Plan Regulador de Cuenca planificado por el arquitecto uruguayo Gilberto Gatto Sobral en 1947.

La naciente Escuela organizó su pensum con una matriz técnica con la dirección de Roura Cevallos y el concurso de los arquitectos Cesar Burbano Moscoso, Gastón Ramírez Salcedo,  Darwin Torres Castillo y el artista Oswaldo Moreno Heredia, y algunos ingenieros profesores de la Escuela de Ingeniería, entre otros, José Pérez Carrión, Jorge Burbano Moscoso, Vladimiro Cordero Ordoñez, Hernán Vintimilla Ordóñez y Marco Erazo Vallejo.

En un periodo relativamente breve como Escuela le siguió su transformación a la categoría de Facultad decretada en el año 1961.

Un profesor, con tono sardónico, dijo: “nuestra Facultad vive en reformas”. Y no le faltaba razón. Se elaboraron en los siguientes lustros un cúmulo de planes de estudio influenciados por las obras de los grandes maestros de la arquitectura y luego por las tendencias regionalistas de América Latina. Influencias y tendencias que tuvieron eco a través de la enseñanza de la cátedra de Proyectos como eje vertebrador para realizar una búsqueda incesante y abierta, de una Arquitectura Moderna Apropiada que supere no sólo las tradiciones vernáculas sino también la Arquitectura de las Líneas Rectas de los Ingenieros.

También estas propuestas tuvieron influencia en nuestra propia casa: monumentalidad, construcción reflexiva de los espacios, materialidad y luz, sencillez y pulcritud del hormigón visto y el bermejo ladrillo artesanal acentúan el carácter monolítico y las cualidades de la obra de nuestra Escuela. Fue diseñada por el Arquitecto Álvaro Malo Cordero, epígono de Louis Kahn, uno de los primeros y brillantes graduados. Desde finales de 1.975 estudiantes y profesores aprenden y enseñan arquitectura sintiendo el alma del edificio y dejándose seducir por la voluntad de sus materiales.

Los planes de estudio elaborados en los últimos cuatro lustros reflexionan sobre la enseñanza a la luz de la comprensión de la Arquitectura como una práctica cultural compleja y generadora de sentido en el contexto de la sociedad red y del espacio de los flujos que pulveriza tiempos y uniformiza culturas.

Ayer con estudiantes de la era de la regla de cálculo, la mesa de dibujo, el tiralíneas y el rapidógrafo. Hoy con estudiantes de la era de la información, el computador, el Internet, iPad, CADs y las maquetas con impresiones 3D.  Este salto tecnológico no impedirá que nuestra  querida Facultad siga ejerciendo su labor de formación de los futuros arquitectos que la sociedad demanda.      

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Referencias:

  • Copias de Actas del Consejo Universitario de la Universidad de Cuenca.
  • Testimonio Oral del Arquitecto Honorato Carvallo Cordero.
  • Universidad de Cuenca; “Memoria, Actualidad y Perspectivas”, “Historia de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo”, Carlos Jaramillo Medina, Septiembre 2018.
  • Facultad de Arquitectura de la Universidad de Cuenca; “CONAR y la Arquitectura Moderna Apropiada”, Carlos Jaramillo Medina, Junio 2016.
  • Ibíd.; Tesis Profesional de Arquitectura, “Arquitectura de las Líneas Rectas”, Mónica Rivera y María Gabriela Moyano, 2002.
  • Historia del Pensamiento; Volumen IV, “Los tiempos modernos”; Ed. Orbis, S.A.1983.

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