El intérprete de las huellas animales, el cazador, sabe si el zorro que persigue está tranquilo, fatigado o inquieto. Las huellas del zorro en la montaña hablan de su hambre o de su miedo, dicen si camina despacio o de prisa, señalan el lugar en que, unos instantes antes, tomó impulso y se lanzó en veloz carrera.
Las huellas que deja el hombre son también una suerte de escritura que nos habla en silencio y nos comunica pensamientos y sentimientos sin palabras. Huellas humanas son las arrugas del rostro marcado indeleblemente por la emoción, por la mueca interna y las inclemencias repetidas infinitamente que agrietan la superficie de la piel.
La caligrafía es igualmente una huella humana que conecta la mano y el corazón porque entre la mano y el órgano se comunica la emoción y lo invisible se hace visible. El quiromántico lee las líneas de la palma de la mano para adivinar el pasado, el presente, o quizás, el futuro de una persona. Y el grafólogo estudia los rasgos de las letras como huellas vivas, que palpitan, que conservan un remanente de calor, el grado de presión que el escribiente imprime sobre el papel, la forma como ha tachado una letra, la complejidad o la sencillez de su rúbrica.
Como en las huellas animales y humanas, las huellas arquitectónicas hablan también su lenguaje propio. Dejan signos grávidos, indelebles en la piedra, la madera y la arcilla. Labran verdades en las diferentes épocas que con una atenta mirada se puede extraer explicaciones y comprender significaciones. La arquitectura comprendida como huella tiene un sentido diferente, se convierte en otra escritura a ser interpretada como un encadenamiento de múltiples mensajes.
Por ejemplo, en nuestra ciudad los muros de adobe de la arquitectura colonial todavía están tibios del contacto con los cuerpos desaparecidos que deambularon hace siglos, manos que ya no existen parecen acariciar todavía las columnas de madera de los patios republicanos, y el ladrillo de la arquitectura de comienzos del siglo 20 que aún recibe la pátina del tiempo vuelve ahora muy lentamente a la tierra de la que ha nacido.
La arquitectura de Cuenca, si es comprendida como huella, puede darnos explicaciones y significaciones profundas de las señales que ha dejado en las diversas etapas de nuestra historia: cañari-inca, colonial, republicana, cosmopolita europea, moderna y contemporánea.
Referencias:
- EL PAÍS, Babelia, Menchu Gutiérrez; “El lenguaje de las huellas”, 30-09-2006.
- Edward Hall; “La dimensión oculta. Enfoque antropológico del uso del espacio”, 1973.
- Margarite Yourcenar; “Memorias de Adriano”, 1951.
- El gráfico que acompaña al texto muestra 4 ejemplos de la arquitectura de Cuenca que corresponden a las etapas colonial, republicana y cosmopolita europea.

