Anna Heringer y la estrategia de la dignidad

Su obra es algo muy parecido a lo que ha hecho siempre la arquitectura popular: aprovechar los materiales locales para de este modo conseguir una aleación extraordinaria de imaginación y sentido común.

En los tiempos en los que los arquitectos casi han abandonado el dibujo manual para aplicar mecánicamente los programas de ordenador, Anna Heringer crea sus proyectos modelando el barro con sus propias manos, en un proceso que ella llama “claystorming” (tormenta de arcilla).

En una reciente exposición en Madrid ha presentado las maquetas de sus obras que parecen esculturas de barro. Luis Fernández-Galeano, comisario del evento, ha descrito de este modo su propuesta arquitectónica: “La belleza esencial de la obra es una belleza punzante, porque no tranquiliza sino inquieta, hiriendo las conciencias y removiendo el paisaje plácido de la conformidad…”.

Ella disiente del racionalismo en la práctica arquitectónica del siglo 20 y de su aforismo: “La forma sigue a la función”. Lo sustituye con la bella frase: “la forma sigue al amor”, aclarando, eso sí,  que la “belleza es la expresión formal del amor”. Concepto que está en línea con la teoría platónica expresada en El Banquete.

Los atributos de su arquitectura son la belleza y el amor. La belleza de un edificio no es el resultado de la inspiración solitaria y genial de un arquitecto. Surge del encuentro entre las necesidades que los moradores han de satisfacer, los materiales que se encuentren más a mamo para construirlo, el modo en que la idea primera va siendo puesta en práctica, modificada, ajustada y alterada. Considerando además las condiciones naturales y culturales locales y el trabajo de los constructores y la intervención directa de la comunidad.

Así, cada obra arquitectónica es un esfuerzo compartido con la comunidad. Es un trabajo colectivo que se expresa en una bella forma. Se vuelve de este modo en una expresión de amor.

Ha trabajado en China, Zimbabue, Bangladés, Ghana, Marruecos, Alemania, Austria y España, un periplo por tres continentes guiado por la tenacidad de sus convicciones. Siempre practica lo que sostiene: pensar y hacer algo parecido a lo que ha hecho la arquitectura popular, aprovechar los materiales locales que son los más económicos y sostenibles, adaptar el proceso de diseño y constructivo a las posibilidades que esos materiales ofrecen y a las condiciones ambientales del lugar, teniendo en cuenta las reales necesidades y valores simbólicos de la comunidad en cuyo tejido el edificio tiene que integrarse.

La belleza de sus edificios se arraiga en la elementalidad de los materiales locales sin renunciar al uso apropiado de la alta tecnología. Una estremecedora afirmación expresiva de la tradición y la modernidad.

“La ausencia de belleza es la miseria. No tiene nada que ver con el dinero, sino con la dignidad”. Es una de las joyas que la arquitecta alemana siempre recita en sus conferencias y exposiciones.

Referencias:

  • El País, Babelia, Antonio Muñoz Molina; “Las manos en la tierra”, 11-03-2022.
  • Fundación ICO; “Anna Heringer. La belleza esencial”, 9-02-2022.
  • Varias páginas de Internet.
  • El gráfico que acompaña al texto corresponde a la Escuela Rural METI en Rudrapur, Bangladesh.  

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar