La forma sigue al medioambiente

Hoy un número importante de oficinas de arquitectura mira con ojos analíticos las zonas rurales en donde se emplea materiales y mano de obra local como antídoto a la construcción industrial y poco eficiente. La entrega de los recientes premios Pritzker así lo confirma.

También existe una fuerte tendencia de reproche a las falsas estrategias de camuflaje vegetal que creen que la sostenibilidad arquitectónica significa solo cubrir un edificio con arbustos y plantas. Un jardín vertical no significa en ningún caso tener responsabilidad ecológica porque por lo general se trata de cubrir una mala arquitectura que está detrás. Ya advirtió con lucidez el maestro de la arquitectura moderna Frank Lloyd Wright el recurso para tapar los errores de los arquitectos: “Un médico puede enterrar sus errores pero un arquitecto apenas puede aconsejar a sus clientes que planten enredaderas”.

Proyectar arquitectura sostenible y respetuosa con el planeta es un desafío que exige soluciones más complejas. En este sentido los profesionales están entendiendo que “ser verde” consiste en superar una moda pasajera y meramente superficial para plantear soluciones que aporten de modo efectivo a una verdadera cruzada medioambiental. 

Y un valioso aliado que puede ayudar en este sentido es precisamente la arquitectura vernácula de nuestras zonas rurales. La clave está en aprender a trabajar con los recursos locales y estudiar con cuidado cómo funciona un sitio en concreto: su sostenibilidad paisajística, climatología, materiales empleados en el medio y los tipos arquitectónicos existentes.

La estrategia creativa de estas oficinas es diametralmente opuesta a la de los “arquitectos estrella” del panorama internacional que fundamentan sus proyectos en la utilización de materiales industrializados fabricados en grandes centros de producción y distribuidos para su utilización a escala planetaria. Esta es la vía menos sostenible y además promociona una arquitectura mercantilista sin identidad que se puede levantar  en cualquier parte.

La sostenibilidad económica es otro factor importante que desafía a estos proyectos. Las limitaciones presupuestarias pueden derivar en ideas creativas que respondan a las demandas de los grupos más desprotegidos. Recordemos que los ganadores del Premio Pritzker 2021, Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, acuñaron esta máxima arquitectónica que debe ser siempre tomada en cuenta: “Nunca demoler, eliminar o sustituir; siempre añadir, transformar y reutilizar”.  

De este modo se debe entender la sostenibilidad paisajística y económica. No pueden ser solo argumentos agregados al proyecto sino que deben pensarse como una característica intrínseca de la arquitectura misma. Para un arquitecto hacer un edificio bonito ya no será suficiente. Deberá superar aquella máxima funcionalista de “la forma sigue a la función” por el fundamento sostenible la forma sigue al medioambiente.

Daniel Díez Martínez, catedrático español,  argumenta que la arquitectura sostenible de verdad es la que se ajusta a las particularidades climáticas y paisajísticas de cada lugar y que se construye con materiales elegidos atendiendo a su comportamiento térmico, a su procedencia y al costo energético empleado para su fabricación.

Moraleja: No “sembrar” plantitas trepadoras en las paredes y en las terrazas de los edificios para tapar la fea arquitectura. Para “ser verde” y sostenible se requiere respeto a la naturaleza, práctica de la ética y la estética y por supuesto sentido común.  

Referencias:

  • El País, Daniel Díez Martínez; “Mies van der Rohe hoy se asaría de calor”: los arquitectos españoles buscan en los pueblos un futuro sin aire acondicionado ni calefacción, 14-04-2022.
  • Revista Digital de Arquitectura Online, “Cosas de arquitectos”, 23-06-2010.
  • El gráfico que acompaña al texto corresponde a la Escuela “Nueva Esperanza”, Cabuyal, Esmeraldas, obra de la Firma de Arquitectura AL BORDE, Ecuador.  

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