Al igual que la luna el artista de la cerámica tiene una cara oculta: su vena de buen arquitecto para ornamentar espacios con significación (A su retorno de los años de estudio en Madrid y Londres se incorporó a la oficina de arquitectos CONAR para colaborar en trabajos de interiorismo). Y ese lado oculto se revela sutilmente en sus obras de dos y tres dimensiones, respectivamente: el mural y el gigante conjunto escultórico. Mural como perteneciente o relativo al muro significativo; y escultura, como el arte tridimensional, así advertido por Baudelaire, porque el observador da vueltas en torno a estas obras.
Vega (Cuenca, Ecuador, 1938) ha creado murales en la arquitectura y esculturas en el paisaje urbano de muchas ciudades con arcilla cocida de rústica firmeza, como lienzos de trazos y colores para el presente, el futuro y la memoria. Son formas cargadas de profundidad indígena, paisajismo y figurativismo andino y un mundo mágico de color para plasmar conceptos.
Sus murales y esculturas son álgebra infinita de fragmentos, con placas de colores terrígenos exacerbando los relieves. La quema que actúa a modo de pátina se liga al muro y a la escultura para formar no solo una simple decoración, sino un solo cuerpo. Agréguese el lenguaje simbólico con un alto valor sígnico que hace que las obras se identifiquen con nuestra realidad mestiza.
Se puede ensayar una arqueología del color. Por ejemplo, el carmesí es el tinte conseguido a partir de la kermesse lidia, el púrpura se obtiene machacando cefalópodos fenicios. O averiguar la evolución de sus nombres y significados: el amarillo se identifica con la medicina clásica, el azul y oro fueron el símbolo de las cruzadas cristianas en contraposición con el mundo islámico de verdes y azules. No hay colores puros, hay vicisitudes de colores porque cada uno tiene su historia que contar. Los colores industriales, en cambio, tienen un uso puramente técnico y mercantilista, ofrecen una paleta de miles de tonalidades, tales como el amarillo Kodak, el verde Fuji, o el rosado Barbie.
Vega en sus murales y esculturas otorga significado a los colores, cuenta nuestra historia y da forma al color ferruginoso. Crea una ontología de color. El ferruginoso es su contenido y el café telúrico su identidad lograda universalizando lo que somos. Pone enfrente el sentido trascendental de lo prehispánico. Resucita esencias pérdidas para alcanzar un carácter propio con diversidad y unidad.
Su constancia se sintetiza en un amalgama de módulos texturados que sustancian una rica dialéctica: lo antiguo aborigen y lo nuevo creado. Arranca de lo primero la mismidad sagrada y de lo segundo la fuerza poética. Son temporalidades matéricas que conviven comprometidas con la verdad andina. Son obras que transfiguran valores, que muestran el ente andino en su patencia.
Su propuesta pública corresponde al arte urbano de esculturas gigantes de hormigón denominadas Tótems: “Pilares cósmicos” o puntales que sostienen el cielo, que a su vez enlazan la comunicación entre el cosmos y la tierra. Sobre estos “menhires megalíticos” se adhiere, a manera de mosaico, placas esmaltadas de cerámica con formas abstractas que evocan figuras andinas. Se emplazan en sitios estratégicos de las ciudades como piropos estéticos en la cotidianidad urbana para estimular el pensamiento, la imaginación y la sensibilidad de los ciudadanos. (*).
“Todo pueblo – explica el artista – desea trascender lo humano…. Me causan fascinación los tótems de madera que aún encontramos en las culturas de los indígenas (Inuit) del Canadá. Me inspiré en ellos”.
Vega también brilla en la cerámica artística con finísimas piezas de uso cotidiano: bandejas, placas, azulejos, salpicaderos, mosaicos (superficies planas), jarros, tazas, vasos, copas, floreros, macetas, lavamanos (superficies convexas) y una variedad inimaginable de figuras zoomorfas (pequeñas esculturas) con ricas ornamentaciones.
Su inspiración para la elaboración de las piezas está en los coloridos tesoros de la naturaleza, como plantas, animales, bosques, ríos y montañas. Y su habilidad para trabajar la cerámica radica en el sutil manejo de la plasticidad del material. Para Vega el beneficio de trabajar con cerámica consiste en aprovechar la plasticidad del barro para crear una pieza tridimensional, lo cual no ocurre cuando solo se dibuja o pinta.
Sus piezas hechas a mano, con el procedimiento técnico propio de su Hogar / Galería / Taller artesanal de cerámica ubicado en el mirador de Turi (moldear, tornear y hornear), han alcanzado tal grado de estilización y canon estético, que difieren de los objetos utilitarios anclados en la pura funcionalidad y que regularmente son fabricados en serie. Por ejemplo, “el ritual del café es una experiencia que sabe mejor en una taza de Vega…o encontrar la colección de Retamas la cual cuenta con distintas piezas para completar tus espacios”.
Vega siempre ha insistido en la naturaleza manual de su obra: “Las ideas salen de la cabeza para ir a la mano, que toma el lápiz para realizar el diseño. Así que los visitantes se topan con piezas que no vienen de la industria, sino del artesano, son arte”. Y desde el inicio de su labor artística, hace más de 50 años, se ha lucido creando piezas de uso cotidiano y presentando murales y esculturas en diversos escenarios del mundo.
La Insignia “Santa Ana de los Ríos de Cuenca” que entregará la Municipalidad de Cuenca al gran maestro de la cerámica ecuatoriana este 12 de abril, es el gesto simbólico de reconocimiento más alto por su labor trascendental artística y por las múltiples actividades culturales, políticas y empresariales de las que se ha ocupado en su calidad de pionero de las artes y de la industria cerámica en el País (Artesa Cía. Ltda.) Ha sido además cofundador de “Acción Cívica” (una suerte de veeduría ciudadana para valorar el patrimonio material e inmaterial de la cual fue su primer presidente); gestor cultural (como los sueños compartidos con su compañera Alexandra Kennedy en la Fundación Paúl Rivet, la ONG cultural más importante del Ecuador en los años 80 y 90); primer director del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural para el Austro, concejal y vicealcalde de Cuenca.
Amables lectores, brindemos un buen vino servido en copas de “Cerámica Vega” con acabados en colores muted aqua, descubriendo la elegancia en cada sorbo, por la entrega de la mayor insignia al gran maestro de la cerámica ecuatoriana.
Salud, salud…
(*)
Recordemos que antiguamente el piropo era una variedad de granete de color rojo fuego, muy apreciada como piedra fina. Tanto Calderón como Quevedo la usaron figuradamente como metáfora de decir palabras bonitas y con este significado pasó al diccionario en 1843. Después, el verbo piropear fue admitido en 1925.
Referencias:
Vega Galería / Taller; 23-10-2023.
EL COMERCIO; “Eduardo Vega: toda la vida fui un observador de la naturaleza”, 08- 06-2021.
BASILISCO, Revista de materialismo filosófico, N° 55, pp. 23-33, Tomás García López; “Filosofía de la Cerámica: cuatro apuntes sobre Estética y Filosofía del Arte”, 02-10-2020.
EL UNIVERSO; “El arte de los Vega brilla en la cerámica”, 16-06-2019.
Alexandra Kennedy – Cristóbal Zapata; “el alma de la tierra”, Eduardo Vega y la cerámica en el Ecuador, 2012.
Varias páginas Internet.
La imagen que acompaña al texto corresponde a “Los tótems”, conjunto escultórico en hormigón y cerámica esmaltada, 1991, Avs. Remigio Crespo y Unidad Nacional, Cuenca. Imagen tomada del libro “el alma de la Tierra”.

