Existe en arquitectura una dictadura de la vista sobre el tacto, el olfato, el oído y lo háptico. Pero podemos felizmente descubrir que andar, pasear, entrar, salir, refugiarse en una buhardilla, etc. son relaciones corporales más ricas que la simple perspectiva.
La arquitectura por ello no es solamente un espacio que se distribuye con los ojos, sino que se recorre con el cuerpo. La arquitectura es el mundo de múltiples sensibilidades que pueden ser vividas intensamente a través de las metáforas.
La metáfora es el recurso predilecto de la poesía para liberarse de las restricciones de la causalidad convencional y establecer relaciones transformadoras basadas en los aspectos de la estructura analógica. Por ejemplo, en Jorge Carrera Andrade, la metáfora conecta dos cosas aparentemente irreconciliables: el moscardón y la uva de la siguiente manera:
Moscardón: uva con alas
Con tu mosto de silencio
El corazón se emborracha.
Pero este recurso retórico debe tener un conocimiento de la esencia de las cosas, (la uva y el moscardón en el ejemplo de JCA) que permite, a la manera de un resorte, potenciar las limitadas cualidades reales de los objetos a proporciones líricas muy atractivas.
Para construir metafóricas es necesario conocer las características sustantivas de las cosas. En el caso de la piel se debe saber lo siguiente:
Que viene del latín pellis, que se refiere al cuero, corteza, epidermis, pellejo, tegumento, membrana. Los romanos se referían con este vocablo a la tienda de campaña y solían decir “Speciosus pelle decora” a quienes engañan con bellas apariencias.
La piel es el cuero curtido para la industria, la corteza como parte exterior del árbol o de las frutas, la epidermis como la capa más superficial de los seres vivos, el pellejo que cubre la carne de los animales, el tegumento como membrana que cubre el tejido de algunas partes de las plantas, y la membrana como piel delgada o túnica a modo de tejido, flexible, elástica, que en los seres orgánicos cubre vísceras, absorbe y segrega humores.
Que la sensibilidad cutánea es el conjunto de sensaciones que es capaz de percibir la piel. El sentido del tacto despliega las sensaciones táctiles, térmicas y dolorosas con sus receptores y glándulas distribuidos en forma diferencial por toda la piel.
Que las funciones de la piel cumplen roles de frontera, líneas de defensa, protección, relación con el exterior, ajuste de secreción y excreción y regulación del medio ambiente del individuo mediante el control térmico e hidrosalino.
Que la piel tiene anexos indispensables que penetran en la dermis y que están constituidos por el pelo y las uñas. No podemos concebir un bello cuerpo sin pelo ni vello, – exceptuando las estatuas de mármol clásicas -, esos filamentos cilíndricos, sutiles que nacen y crecen entre los poros de la piel. O también unas generosas manos sin uñas que crecen unos cuantos centímetros al año, curiosamente al mismo ritmo del movimiento de las placas tectónicas litosféricas ubicadas a 100 kilómetros de profundidad de la tierra.
Y también se debe saber que la piel es proclive a las inflamaciones, infecciones, enfermedades sistémicas y otras afecciones cutáneas. Así como a regeneraciones naturales, cicatrices, injertos y cambios por cirugías de diversos tipos.
Pero la palabra piel o similares pueden no solo servir para dar simples definiciones sino también para construir significaciones metafóricas. Por ejemplo, “ese político tiene piel de hipopótamo”, “hay que sacar los cueros al sol”, “no vale la pena ahora estar en cueros”, “ese cuerazo”, “perder el pellejo”, “estar en el pellejo del otro”, “es un lobo con piel de cordero”, etc.
Con mucha creatividad la metáfora de las pieles en la arquitectura puede ser un recurso poético para superar el mundo árido de la razón, entrar en el fértil territorio de las sensaciones y asociaciones, halagar los sentidos, buscar la sorpresa sensitiva, la fulguración repentina y la lucidez de los espacios.
Por supuesto que la metáfora de las pieles de ninguna manera quiere decir que la arquitectura va a estar revestida con la cáscara de una fruta, el cuero de un borrego, el pellejo de una gallina, o el tegumento de los óvulos y las semillas. Metaforizar no significa en ningún caso trasponer literalmente los elementos y las cualidades de una cosa a otra, sino más bien conectar mediante saltos conceptuales figurativos e intuitivos sus esencias para obtener nuevos mundos y sentidos.
La metáfora de las pieles en arquitectura ha sido trabajada recurrentemente desde el momento en que Le Corbusier proclamó la liberación de la fachada respecto al dominio tiránico que para él ejercían la planta y la estructura. La consecuencia de esta emancipación fue el aporte de la tecnología mediante la invención del muro cortina de vidrio y en las próximas décadas se incorporaron la piedra, mármol, cerámica, cristal y nuevos materiales elaborados como el titanio y otros de origen orgánico, con finas láminas que envuelven los edificios, muy eficientes desde el punto de vista técnico, para reconciliar pasado y presente a través de la Arquitectura Contextual en los paisajes urbanos.
Los conceptos, significados y experiencias que se pueden interpretar en esos proyectos pueden ser:
- Una nueva materialidad compleja (visible, estructural interna y asociativa simbólica) que señalan fuerzas más que materias inertes;
- Intensidades más que extensiones;
- Distancias más que medidas;
- Variaciones continuas más que constantes;
- Visiones próximas más que lejanas;
- Percepciones hápticas más que ópticas, es decir experimentaciones complejas visuales-tácticas en las que la mirada acaricia los materiales; y,
- Los materiales poseen una fuerza mística que debe ser descubierta y apropiada para su interpretación, en un mensaje que habla el lenguaje de la construcción de pieles y texturas.
En consecuencia, la metáfora de las pieles en arquitectura puede constituirse ambientalmente integrada y reconocible como perteneciente a su momento histórico. Y también como estrategia para establecer continuidades entre lo nuevo y lo antiguo a través de un estudio cuidadoso de los materiales a emplear y de los lugares a emplazar.
Recordemos que las cicatrices se forman para sanar las heridas de la piel. Y en la intervención de los edificios patrimoniales sus cicatrices y original materialidad son parte de su historia… Cualidades que deben ser respetadas. ya que“…la pátina en arquitectura, es signo del tiempo y testimonio de la vida y de la autenticidad de la obra; en definitiva, como señal de civilización, aunque, por encima de todo es belleza: Es en esa dorada pátina del tiempo donde debemos buscar la verdadera luz, color y preciosidad de la arquitectura” (John Ruskin).
Referencias:
- Otra arquitectura es posible, Reflexiones sobre un clasicismo contemporáneo; “Pieles y envolventes arquitectónicas: Alberto Campo Baeza y la Catedral de Zamora”, 22-07-2011.
- Juhani Pallasmaa; “La mano que piensa”, 2022.
- IDEM; “Los ojos de la piel”, 1996.
- Francisco de Gracia; “Construir en lo construido”, 2001.
- Deleuze / Guattari; “Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia”, 1980.
- Joaquín Guzmán, culturaplaza; “La fascinante huella del tiempo”, 27-09-2015.
- La analogía de las cicatrices es ideada por la Arquitecta Gabriela Torres Balarezo.
- La revisión de estilo y varias precisiones conceptuales corresponden a Olga Jaramillo Medina.
- Jorge Carrera Andrade; “Microgramas”, 1926.
- Varias páginas de Internet.
- La imagen que acompaña el texto corresponde al edificio “Parque Biblioteca España” (2007), Medellín, Colombia, diseñado por el arquitecto barranquillero Giancarlo Mazzanti. Su piel está conformada por una membrana metálica articulada que se auto soporta y arma con paneles ligeros enchapados en pizarra.

