El nombre asignado a los procesos que producen un cinturón montañoso es el de orogénesis, que procede de las palabras griegas oros (montaña) y génesis (llegar a ser). Las rocas que constituyen las montañas proporcionan pruebas visuales notables de las enormes fuerzas compresivas que han deformado grandes secciones de la corteza de la Tierra, – campo de estudio de la estratigrafía -, y seguidamente las ha elevado a sus posiciones actuales.
Los componentes naturales del paisaje de montaña, – la topografía, lo mineral, vegetal, la vida silvestre, -, recuerdan a las formas orgánicas en la interacción vital de las fuerzas de sus elementos. De acuerdo con la teoría de la tectónica de placas, la formación de las montañas se produce en los bordes de placa convergentes que colisionan proporcionando los esfuerzos compresionales horizontales necesarios para plegar, formar fallas y producir metamorfismo en las gruesas acumulaciones de sedimentos que se depositan a lo largo de los flancos de las masas continentales. Además, los estudios sismológicos y gravitacionales han confirmado la existencia de raíces de corteza debajo de algunas cordilleras montañosas. Las regiones elevadas que son soportadas por la flotación de las raíces de la corteza son los Andes, la Sierra Nevada y la llanura tibetana.
La noción de tectónica, que tiene su origen en la tectónica de placas, se refiere precisamente a la deformación de la corteza terrestre debido a las fuerzas involucradas que esculpen bellas formas naturales. Siguiendo esta noción es pertinente traer la sugerencia del poeta portugués Fernando Pessoa: “uno puede formular una estética basada no en la noción de belleza sino en aquella de la fuerza”.
Precisamente por esa fuerza telúrica la impresión que causan las montañas se eleva a la categoría espiritual más elevada. Se trata de una impresión cuyos elementos se sitúan tanto más acá como más allá de la simple forma estética. Parece esconder su propio misterio mejor que cualquier otro paisaje. Lo telúrico se nos muestra en estado puro en su fuerza.
Las montañas distantes, o junto a la llanura, son símbolos de lo trascendente que invitan al alma a mirar hacia arriba, hacia regiones a las que no se accede sólo con fuerza de voluntad. Por eso, cuando las nubes y la contaminación atmosférica tapan las montañas, desaparece no sólo la belleza natural, sino también la espiritual. Sin montañas, o agredidas por las garras de la erosión o el mercantilismo, aplastadas hacia la tierra, quedan atrapadas de modo humillante junto al resto de lo terrenal.
Pero cuando el cielo está despejado las montañas parecen apuntar indefinidamente a lo supraterrenal y situarse en un orden distinto al del valle. Si hay un paisaje al que calificar como trascendente es el de montañas que se encuentra más allá de la simple palabra. Quizá, por esto mismo, las alturas de las montañas, en todas las culturas, ha sido el lugar hierofánico para la manifestación de lo sagrado y por tanto para peregrinar, edificar santuarios, clavar cruces y erigir monumentos a Cristo y a todos los santos. Moisés, descendió del monte Sinaí, después de estar allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches, con las dos tablas del pacto, los Diez Mandamientos; la cima del Monte Olimpo era la morada de los dioses griegos; Machu Picchu santuario religioso de los incas.
“Montañas. Compacta sortija de montañas. Donde quiera que se dirija la mirada, las montañas salen al encuentro, nítidas a pesar de la lejanía, solemnes en su grandiosa austeridad. El cielo se adhiere a sus cimas como una inmensa telaraña azul… Este cinturón de collados apacigua la violencia telúrica de los Andes, dulcifica la orografía y da al valle aspecto de huerto, apariencia apacible de vergel”.
De esta manera Efraín Jara Idrovo, en un motivo de celebración poética, describe las cualidades tectónicas de la “Geografía Sagrada” de las culturas Cañari Inca, que enmarca el valle del Tomebamba: Guagualzhumi, Curitaqui, Pacchamama, Turi, Monjas, Cabogana y Caushin.
Cuenca ha sido bendecida con el regalo natural de las montañas donde llegan los ríos, abriéndose paso por las rocas occidentales, hasta llegar a la vaguada, en cuyo centro se asienta la ciudad. Desde cualquier punto de la urbe la perspectiva se dirige hacia las variadas moles de la cordillera que se funden en los confines del horizonte comarcano. Predominan los colores azul ferruginoso, verde azulado y en algunos flancos colinas ocres desolladas por las garras de la erosión.
Cuidemos el futuro preservando la belleza telúrica de nuestras montañas, su frágil ecosistema, su diversidad ecológica, los valores y los modos de vida de las culturas locales. Las Naciones Unidas y la FAO, con motivo del “Día Internacional de las Montañas 2017” (11 de diciembre), reivindican la necesidad de que su desarrollo sostenible se integre en la Agenda 2030, frente al lema “Montañas bajo presión: clima, hambre, migración”.
Inspirador lema que motiva pensar sobre el cuidado y manejo sustentable del paisaje de montaña que enmarca el valle de Cuenca. La temática en esta época de crisis ecológica podría ser: Montañas bajo presión: turismo, equipamientos, urbanización.
Referencias:
- SIGRE; “Cuida tu futuro, preservando las montañas”, fuente: Naciones Unidas y FAO, 11-12-2017.
- Naciones Unidas; “Objetivo de Desarrollo Sostenible: Objetivo 15 Vida de ecosistemas terrestres. Meta 15.4: Para 2030, velar por la conservación de los ecosistemas montañosos, incluida su diversidad ecológica, a fin de mejorar su capacidad de proporcionar beneficios esenciales para el desarrollo sostenible”.
- Georg Simmel; “Filosofía del paisaje”, traducción de Mathias Andlau, 2013.
- Fredy Calle; “Geografía Sagrada de los Cañaris”, 13-05-2011.
- Álvaro Malo;” Una ética del desierto: investigación estética”, 2000.
- Edward J. Tarbuck y Federick K. Lutgens; “Ciencias de la Tierra”, Traducción de Ana María Rubio, 2000.
- Efraín Jara Idrovo; “El paisaje cuencano: diálogo entre el hombre y la naturaleza”, en “Cuenca de los Andes”, 1998.
- Michel Serres; “El contrato natural”, traducción de Umbelina Larraceleta y José Vázquez,1990.
- Theodor Adorno; “Teoría estética”, 1983.
- La Sagrada Biblia; Éxodo 34:27-29.
- Varias páginas Internet.
- El gráfico que se acompaña es obra del Arquitecto Manuel Contreras Arias. “TURI”. Técnica: acrílico sobre lienzo, año 1995.

