Notre Dame: fe, belleza y poder

Víctor Hugo, el gran escritor francés del siglo 19, en la novela Nuestra señora de París (1831), narra el lamentable estado en que se encontraba entonces la Catedral, desvencijada y con aspecto de caerse en cualquier momento. Ni el Gótico ni la Edad Media habían sido redescubiertos, ni tampoco existía todavía la idea de que los monumentos del pasado debían ser conservados. Cuanto antes estos mamotretos se derrumbasen, aún mejor para suplantarlos por modelos neoclasicistas y románticos.

El novelista en cambio reivindica el arte medieval y la arquitectura gótica, acusando a las autoridades de ser responsables de su degradación y también por intentar imponer gustos extraños. “Las modas han hecho más daño que las revoluciones” señala en una frase, que todavía puede aplicarse a ciertas actuaciones inconsultas que hoy mismo se ejecutan.

Sin embargo, la Catedral con su inconmensurable belleza, su rotunda presencia en la orilla del rio Sena en la Isla de la Cité, sobrevivió a la Revolución Francesa que la convirtió en un templo pagano dedicado a la diosa Razón, aunque sus arcos ojivales y arbotantes ya estaban a punto de caerse por la dejadez.  En esta joya gótica Napoleón se coronó emperador en 1804, una escena inmortalizada por el pintor Jacques-Louis-David. Se salvó de morir de la quema de París tras la derrota de la Comuna de 1871 y sobrevivió a los bombardeos de la II Guerra Mundial.   

La monumental catedral gótica, cuyas torres y rosetón son tan reconocibles como la Torre Eiffel, gracias al impulso de Viollet-le-Duc, un arquitecto también fascinado y pionero en la reinvención del Medioevo, pudo ser intervenida en la segunda mitad del siglo 19. Construyó la flecha de 93 metros, con un gallo en la punta, inspirada en una ornamentación similar que se había perdido dos siglos antes y además incorporó al edificio las 54 famosas quimeras, que se convirtieron en verdaderos símbolos de la Catedral. El estudioso del monumento Didier Rykner ha definido la intervención de le-Duc en estos términos. “Trató de comprenderlo y devolver la catedral al Medioevo: dejar el monumento no en el estado en el que se encontraba en la Edad Media, sino a como debería de haber estado en esa época”. 

El irresistible encanto de Paris, el interminable interés por su Edad Media y la fascinación por Notre Dame es un movimiento cultural que germinó en el siglo 19 con Nuestra Señora de Paris de Víctor Hugo. Continuó este interés en la novela histórica de tema medieval y se reflejó en la música en la ópera de Wagner. Y aún sigue con fuerza hasta alcanzar fenómenos culturales masivos, como el éxito de El nombre de la rosa de Umberto Eco, el Señor de los Anillos y las series El Juego de Tronos y Vikingos.    

La compleja restauración de la Catedral, después del incendio que la arrasó en la Semana Santa de 2019, utilizó técnicas ancestrales con “un criterio conservador” (un presupuesto de 700 millones de euros y el concurso de más de 2000 trabajadores) y el apoyo interdisciplinario de 175 científicos de varias instituciones que aportaron la información necesaria del origen, las funciones estructurales  y las propiedades mecánicas de los materiales dañados, para recuperar la materialidad original del monumento y el despertar del órgano y las ocho campanas que sufrieron averías por el calor de las llamas.

Las puertas de la Catedral se abrieron este 7 de diciembre para recordarnos que los vitrales de los muros de la Arquitectura Gótica se hicieron para que la luz entrara a bañar el espacio profundo de las cinco naves cubiertas con plementerías, arcos apuntados, nervaduras y el gigantesco armazón de roble, de la zona de París, que se construyó a partir del año 1163. Y además para experimentar el espacio vertical gótico, una antítesis con la escala humana, que causa en el ánimo del visitante un impulso de desequilibrio, afectos y solicitaciones contradictorias.

La espectacular ceremonia de reapertura de la Catedral, que reunió a algunos de los principales lideres mundiales, dispuestos a no perderse uno de los grandes acontecimientos del año y a constatar en vivo y en directo la idea de que Europa solo puede ser considerada cristiana, a pesar de que la realidad es diferente, era la ocasión propicia para la explotación de la alta política conservadora de los mil largos años del Medioevo. El historiador Florian Mazel sostiene que los movimientos conservadores nacionalistas y populistas reivindican el período medieval como el momento fundacional de la nación cultural, religiosa o incluso étnica que pretenden protegerse de la globalización y el multiculturalismo.     

Y en ese espectáculo mundial, Donald Trump, como “diablo en botella”, fue el gran protagonista, la estrella de la televisión, el hombre a quien todos querían saludar, como si ya fuese presidente en el poder de los EEUU.

La obra de restauración arquitectónica del emblema del París medieval, que fue un nuevo alarde de la grandeur francesa, nos ha enseñado dos rotundas verdades: que lo que tarda siglos en construirse puede destruirse en apenas unas pocas horas; y, la más importante, que la belleza, a pesar de todo, en contraste con lo feo de su manejo político, siempre perdura.   

Referencias:

  • El País, Javier Sampedro; “Lecciones científicas de Notre Dame”, 10-12-2024.
  • IBID, Diego Garrocho; “Notre Dame o la belleza”, 08-12-2024.
  • ID, Felipe Larach; “Restaurar o innovar: el debate que surge en reconstrucciones como la de Notre Dame”, 08-12-2024.
  • ID, Macarena Vidal Liy; “Donald Trump, presidente de EEUU por anticipado”, 07-12-2024.
  • ID, Sara González; “Más de 2000 trabajadores y 700 millones: Notre Dame reabre cinco años después del incendio”, 07-12-2024.
  • ID, Guillermo Altares; “Notre Dame, la catedral que se inventó la Edad Media”, 5-12-2025.
  • Bruno Zevi; “Saber ver la arquitectura”, 1951.
  • Algunos datos históricos han sido ajustados por Olga Jaramillo Medina.

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