La Señora Rectora ha tenido la gentileza de otorgarme la palabra en esta Sesión Solemne del Consejo Universitario en representación de los cuatro profesores jubilados que hoy recibimos la designación como docentes eméritos de la Universidad de Cuenca. Cualquiera de mis tres sabios colegas podrían haber cumplido con el encargo con mayor brillantez y más emotividad. Aun así, estoy delante de ustedes para cumplir con ello en la medida de mi modesta capacidad.
Gracias es la primera palabra que quiero pronunciar en nombre de los compañeros Marco Valencia Orellana, Marco Salamea Córdova y Fernando Carvajal Aguirre al regresar a esta nuestra casa común. No por repetida menos bella y verdadera: GRACIAS al Consejo Universitario, a la Señora Rectora María Augusta Hermida y a los Consejos Directivos de las Facultades de Ciencias Económicas y Administrativas y Arquitectura y Urbanismo, por darnos la oportunidad y el honor de continuar el vínculo con la Universidad y con ello compartir los conocimientos adquiridos en nuestra trayectoria profesional y académica. En mi caso, ha coincidido con los 50 años de graduado en mi querida Facultad.
Marco Valencia, brillante economista y un apreciado amigo desde la época del Colegio de la Salle Hermano Miguel, en la lejana década de los años 60. A Fernando Carvajal y Marco Salamea, referentes nacionales y regionales de las Ciencias Sociales y la Teoría Política, tuve el privilegio de conocerlos a inicios de los 90, cuando fuimos alumnos de la primera cohorte de la Maestría en Docencia Universitaria e Investigación Educativa. En varias ocasiones, los dos sociólogos y el arquitecto trabajamos juntos, en una suerte de grupo interdisciplinario, en las extenuantes tareas que demandaba el exigente cuerpo docente. Jamás olvidaré una de ellas: las lecturas comprensivas de los esotéricos textos de Epistemología del Racionalismo Crítico de la Escuela de Viena (Popper, Carnap), de la Nueva Filosofía de la Ciencia (Kuhn, Feyerabend, Lakatos, Toulmin) y de la Historia Arqueológica-Genealógica (Foucault).
El retorno en la vida es posible en ocasiones. Bien sea porque los lugares parecen esperarte, bien sea porque el que espera anhela volver a ese lugar. Y en mi caso las dos circunstancias se cumplen: nunca perdí de vista, y es literal, esta querida casa. Me basta extender la mirada desde las ventanas de mi hogar, – vecino del inmueble de la Empresa Pública de la Universidad de Cuenca -, y a tiro de piedra miro los edificios familiares, los árboles conocidos, el campus tantas veces recorrido. No sabía que mi deseo íntimo de volver se cumpliría y estaría hoy delante de ustedes lleno de emoción y agradecimiento sincero.
Con los sentimientos presentes y los futuros llenos de optimismo y esperanza regresamos a nuestra casa de estudio. Nos imaginamos que habrá cuatro regresos en nuestra calidad de docentes eméritos: el regreso al lugar de trabajo; el encuentro con los colegas profesores; el reencuentro de corazón con nuestros estudiantes; y el regreso a pensar cómo investigar, enseñar y aprender en estos tiempos de crisis multidimensional.
El regreso al campus querido para recorrer otra vez los vestíbulos, escaleras, aulas, sin olvidar los entrañables bares de doña Rosita, donde tantos tintos con chumales consumimos. El espacio y la luz volverán a estar en nuestro campo de visión y al alcance de nuestro cuerpo. Vista y experiencia táctil multisensorial, la “arquitectura de los sentidos” como lo llama Pallasmaa. Las dimensiones cruciales en nuestra disciplina.
El encuentro con los compañeros profesores y el recuerdo de los que ya no están. Compartiremos con ustedes, brillantes profesionales, la gran tarea de la investigación, la docencia, la gestión, la extensión universitaria. Y disfrutaremos otra vez de su leal amistad.
El reencuentro con los alumnos, siempre jóvenes en contraste con nosotros envejeciendo. Aun así, somos complementarios y ellos son nuestra razón de ser. Por eso trataremos de inculcar el conocimiento y los valores de nuestras disciplinas. A ellos corresponde asimilarlos porque tienen creatividad para hacerlo, como lo hace el artista escultor del mármol, que no solo se ejercita en la habilidad de usar instrumentos, que no pasa de ser una actividad vacía, sino que tiene una relación íntima con la cantera; sabe los secretos del proceso de corte; estudia la veta que contiene las marcas, líneas, color, textura y patrones debido a su origen geológico, cualidades que hacen a cada pieza de cantera única e irrepetible; lleva a cabo su labor con creatividad, paciencia, perseverancia, habilidad, atención al detalle, amor por su oficio, ética y conexión con la cultura y la tradición para liberar las bellas formas que allí duermen.
Y por último el regreso al mundo académico para, entre otros objetivos, evaluar y actualizar los Planes de Estudios. Si trabajamos entre todos con mística, la excelencia académica que ha caracterizado a nuestra Universidad se elevará aún más.
Las diferentes perspectivas del vocablo regreso nos ha permitido explorar lo que de verdad es relevante para nosotros en este momento. Nuestro regreso es sencillamente a vivir con ilusión, a trabajar en cooperación y aprender más, aprender siempre y aprender juntos.
Como el maestro, siguiendo el método socrático de la mayéutica y la ironía, extrae de la mente del discípulo un destello de la verdad del mundo perfecto de las ideas, así nosotros, docentes de esta querida Universidad, al igual que el hábil escultor, que con cada golpe del cincel, engendra la figura que parece cobrar vida, desearíamos alumbrar la inteligencia de nuestros alumnos, dándoles un rayo de luz en forma de conocimiento y de belleza. Tarea cada vez más necesaria en estos tiempos de oscuridad y de tinieblas.
Cuenca, 5 diciembre 2024.
(*) En la imagen que se acompaña se aprecia, de izquierda a derecha, a Marco Salamea; Carlos Jaramillo; María Augusta Hermida, Rectora de la Universidad; Fernando Carvajal y Marco Valencia.

