La buena arquitectura: diálogo con la comunidad, la naturaleza y el paisaje.

Hablar de arquitectura en términos exclusivamente de gustos, como” feo” o “bonito” no ayuda a formar un juicio crítico. En arquitectura, como cualquier artefacto creativo, debería calificarse en términos de “bueno”, “malo” y el gradiente que hay en medio. ¿Pero cómo distinguirlos? Primero, entender que diferenciar la buena de la mala arquitectura requiere de un sólido criterio que se forma en mucho tiempo.   

Y el sólido criterio arquitectónico llevará a encontrar la diferencia entre dos parejas de adjetivos que parecen sinónimos pero que, en realidad, son antónimos en el juicio arquitectónico: sencillo y simple, complejo y complicado.

La distancia cualitativa entre la pareja de adjetivos de lo simple y lo sencillo es radical en arquitectura. Se evidencia con certeza y rotundidad. El castellano permite diferenciar entre lo simple y lo sencillo y aclara que lo simple es llano, fácil, falto de profundidad; en cambio, lo sencillo es certero, esencial, preciso, sobrio, escueto, claro y que puede ser, también, modesto.

De manera similar la pareja de adjetivos de lo complejo y lo complicado en arquitectura. Lo complejo significa responder a un análisis profundo de las necesidades funcionales, del contexto urbano y social y de los problemas preexistentes, resolviéndolos con una miríada de matices. Lo complicado, en cambio, prioriza el impacto visual sobre la belleza y la funcionalidad, responde a caprichos, modas, e incluso a intereses comerciales. Así, los problemas superan a las ventajas y son costosos de resolver.

Este sólido criterio de distinción de las parejas de adjetivos llevará también a la categoría estética de la belleza, para discriminar lo genuino de lo superficial, y de entender que tolo lo que se hace en una buena arquitectura, en una creación, es algo bello. Cuando un alumno le increpó al profesor de Estética, Juan Miguel Hernández, que de gustos no hay nada escrito, el maestro sentenció: “sobre gustos se han escrito miles de libros, lo que pasa es que usted no ha leído ninguno”.

Por fortuna, el catálogo de los adjetivos de la sencilla y compleja arquitectura, con sus detalles, es interminable. Aunemos la teoría y la práctica en la siguiente lista:

  • La fachada de la Catedral Nueva de Cuenca, despojada de mármoles.
  • Las casas conventuales, especialmente, sus portones inmensos y sus ventanas protegidas con puertas de madera, que las vuelven infranqueables, incluso a las miradas, pero no a la imaginación.
  • Los rincones que siempre nos hace sentir bien y a menudo no reparamos en ello.
  • Casi todos los patios de las antiguas casas, con sus “no me olvides” y su “amores constantes” perennes, desafiando el tiempo y a la mal entendida modernidad.
  • Las recreaciones libres de la tradición en la nueva arquitectura, como lo hace el grupo Shalalá, de Marie Combette, premiado en la XIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo.
  • La arquitectura vernácula que, de la mano de arquitectos, se esfuerza por escuchar el lugar y limitar el presupuesto. Con humildad, actualiza y abre la esperanza ante el problema de la vivienda en el mundo urbanizado. Si para construir el planeta lo hemos estado destrozando, puede que haya llegado el momento de, por lo menos, escuchar otras posibilidades.
  • La casa de Barragán con rincones que buscan la luz, el patio que la deja entrar y los colores que la subrayan.
  • Las huellas del encofrado de ramas que Peter Zumthor quemó para construir su capilla del hermano Klaus.
  • La idea de un cementerio enterrado de Miralles y Pinós.
  • Un tatami japonés y el edificio River de Kazuyo Sejima.
  • El pensamiento arquitectónico de Yvonne Farrell y McNamara, cofundadoras de Grafton Architects, las primeras mujeres en ser reconocidas en conjunto por el Premio Pritzker 2020: “… la arquitectura es la estructura de la vida y, para que podamos crear nuestras estructuras, necesitamos encontrar formas de traducir la experiencia sensorial de la vida en arquitectura”.
  • La estrategia arquitectónica de los laureados Pritzker, 2021, Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal: “Para materializar esta delicada operación arquitectónica la oficina materializa las llamadas 4R de la sustentabilidad: repensar, reducir, reutilizar y reciclar. Repensar para crear nuevas arquitecturas, reducir significativamente el impacto de sus construcciones en una industria que genera enormes cantidades de residuos, reutilizar estructuras explorando su potencial, y reciclar materiales siempre que sea posible”.
  • La buena arquitectura de Francis Kéré, de Burkina Faso, en África Occidental, también Pritzker 2022, que trabaja desde la sustentabilidad, el diseño participativo, con el reencanto de técnicas tradicionales, la integración cultural y el enfoque en la educación y la comunidad, es un recordatorio inspirador de que la arquitectura sencilla tiene el poder de cambiar vidas y crear un mundo mejor.
  • Y también la arquitectura de Liu Jiakun, el nuevo ganador del Pritzker 2025, que ha utilizado los escombros de los terremotos en sus proyectos, y que diseña sus obras con la idea de rescatar la memoria como riqueza y como advertencia, con una actitud vital que conecta la arquitectura con la filosofía, la escritura y, sobre todo, con una humanidad que la modernidad pareció descuidar….

Amable lector: por fortuna, el catálogo de los adjetivos de la sencilla y compleja arquitectura es interminable. La lista puede continuar con usted….

Referencias:

  • El País, “Porque las Torres KIO son un ejemplo de mala arquitectura: así se distingue un buen edificio de uno malo”, 19-03-2025.
  • IBID, Anatxu Zabalbeascoa; “El Premio Pritzker 2025 reconoce la arquitectura humanista de Liu Jiakun”, 04-03-2025.
  • Jaramillo Carlos; varios artículos de CLARABOYA.
  • La imagen que se acompaña es una obra de Liu Jiakun, Pritzker, 2025.

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