Antes que los humanos poblaran nuestro planeta existía solo la omnipresencia de los animales gigantes: en la tierra la megafauna, como los mamuts, mastodontes, elefantes antiguos y otras especies raras, recorría grandes distancias, consumía ingentes cantidades de alimentos y defecaba mucho; mientras que, en el agua, millones de enormes ballenas recorrían los mares e igualmente cagaban en cantidades industriales.
Todos esos excrementos ricos en nutrientes alimentaban una cinta transportadora global de nutrientes que fertilizaba la biosfera desde las profundidades del océano hasta la cima de las montañas. Un estudio de la revista PNAS publicó una interesante conclusión: que, tras la extinción de la megafauna, al final de la última Edad del Hielo, y además por la continua caza de ballenas y la destrucción del mundo natural, aquella bomba de reciclaje de nutrientes, impulsada por esos animales gigantes, ahora funciona a solo el 6% de su antigua capacidad, privando de nutrientes vitales a los ecosistemas, como la selva amazónica, haciéndolas más vulnerables al cambio climático.
En el mundo actual, en el que la megafauna ha desaparecido casi por completo y el hábitat natural está en franco deterioro, los nutrientes presentes en los excrementos de los humanos y los animales, así como en los abonos químicos que se utilizan en la agricultura de modo indiscriminado y utilitarista, no se devuelven a los ecosistemas naturales.
Los sistemas naturales, igualmente, se ven afectados por las aguas residuales que se vierten a ríos, lagos y mares. También la escorrentía agrícola desencadena floraciones y algas nocivas que agotan el oxígeno y matan peces a gran escala.
Mientras que en nuestra corta historia de la humanidad no hemos aprendido a reciclar los nutrientes, la naturaleza lleva millones de años haciéndolo con eficacia gracias en parte a las criaturas más grandes de la Tierra: las ballenas.
El científico americano Joe Roman en su libro que lleva el sugerente título: “Comer, hacer caca, morir: cómo los animales hacen nuestro mundo”; llama “bomba de las ballenas”, al sistema por el cual sus deyecciones ayudan a regular el clima y el flujo de nutrientes en el océano. Las ballenas hacen sus necesidades cerca de la superficie porque la presión de las profundidades dificulta la defecación.
Las ballenas influyen en los ecosistemas marinos “buceando, alimentándose y tomando los nutrientes de las profundidades oceánicas, saliendo a la superficie y liberando estas plumas fecales”. Desempeñan un papel clave en el bombeo de nutrientes de las profundidades oceánicas a través de su alimentación y defecación, lo que se traduce en más vida marina y un ecosistema más rico.
Y qué decir de las ballenas jorobadas que en los tiempos marinos de cada año inician su travesía de 7.000 km. desde la Antártida hacia las cálidas aguas del Pacífico ecuatoriano. Adicionalmente a su rol clave en el bombeo de nutrientes se convierten en el epicentro del amor, pues, entre los meses de junio a octubre escogen al “País de los Cuatro Mundos” para dar a luz a sus crías.
La caca de las ballenas y su orina son además ricas en hierro, nitrógeno y fósforo. Fertilizan el fitoplancton ayudando de este modo a enfriar el planeta. También realizan el proceso de fotosíntesis para producir oxígeno en el aire, al tiempo que absorben carbono para mitigar el cambio climático.
Pero el efecto del fitoplancton fertilizado desencadena además el milagro de la cadena alimentaria de la naturaleza: sirve de alimento a los peces forrajeros (anchoas y sardinas) que se convierten en presas de depredadores de aves y mamíferos marinos transfiriendo nutrientes de las profundidades oceánicas. Y esas aves, con su enigmático vuelo programado de formación en “v”, regresan a la costa cargados de nutrientes y ascienden por la cadena alimentaria hasta acabar en los excrementos de los buitres encaramados en las regiones montañosas. Al llover, los nutrientes contenidos en las heces se disuelven en el agua y descienden por las laderas, esteros y esterillos, – como el Oloncito, ubicado en la comuna de Olón de la Provincia de Santa Elena, en la Ruta del Spondylus -, llegando finalmente al océano y completando el milenario ciclo de nutrientes que sustenta la biosfera.
Y en esos territorios de amplios horizontes, ricos en nutrientes de varios tipos, a medio camino entre los mundos del océano y del continente, en la costa, habita el manglar y otras especies vegetales como los árboles de algarrobo, balsa, cedro y jaboncillo. El manglar es un árbol acuático con largas raíces aéreas que flotan al compás del mar permitiendo la respiración de la planta ante la carencia casi absoluta de oxígeno.
En el Ecuador los bosques de manglar han desarrollado adaptaciones estructurales y funcionales que los convierten en un recurso ambiental para disminuir riesgos producidos por el incremento del mar e inclusive sunamis. Su gran valor medioambiental radica en captar carbono de la atmósfera hasta cuatro veces más dióxido de carbono que otros ecosistemas boscosos. Igualmente es rica la diversidad de especies acuáticas y aéreas que también participan del banquete de la cadena alimentaria: la anchoa, pinchagua, concha prieta, ostión e iguana verde; y en cuanto a aves, los cormoranes, pato aguja, garza blanca y Martín pescador, entre otros.
Si los peces, animales y las aves ayudan al sistema circulatorio del planeta, transportando y reciclando nutrientes, la “bomba de las ballenas”, según el estudio de Joe Roman, debe ser su corazón porque proporciona el primer impulso que inicia el ciclo. Y como el corazón también es la encarnación del amor, por esa misma razón, las ballenas jorobadas lo practican con danzas aéreas en los tiempos marinos de cada año en las cálidas aguas de las costas de Esmeraldas, Santa Elena y Manabí.
Referencias:
- PRIMICIAS; “Caso Olón: ¿Qué tipo de flora y fauna tiene el Esterillo Oloncito?, 17-05-2024.
- Radio Pichincha, Ramio Ávila; “El caso Olón fue una franca y abierta vulneración a los derechos de la naturaleza…”, 16-05-2024.
- BBVA, Ciencia – Biociencias; “La huella de los excrementos en la salud del planeta”, 20-04-2024.
- Joe Roman, “Comer, hacer caca, morir: cómo los animales hacen nuestro mundo”; 2023.
- WWF, Eddy Silva; “El manglar, un árbol aéreo”, 26-07-2017.
- EcoDebate; “Investigación publicada en la revista PNAS prevé una extinción masiva de plantas y animales”, 13-07-2017.
- Varias páginas de Wikipedia.

