La retórica caminante para vivir la ciudad

En la novela “Estambul. Ciudad y recuerdos”, Orhan Pamuk, escritor turco, considerado un vínculo intelectual entre Oriente y Occidente y premio Nobel de Literatura 2006, habla de su vida de flâneur, de solitario caminante, fotógrafo, mirón, contador de barcos y de recuerdos…  

En la obra describe su ciudad: Estambul. “Al contrario que en las ciudades occidentales que han formado parte de grandes imperios hundidos, – escribe Pamuk -, en Estambul los monumentos históricos no son cosas que se protejan como si estuvieran en un museo, que se expongan, ni de las que se presuma con orgullo. Simplemente, se vive entre ellos”. Este es el sentido de su narración poderosa y rotunda de la ciudad, mirada a través de la estrategia más simple que puede hacer un ciudadano común: caminar, deambular y vivir intensamente la ciudad.

El caminar de Pamuk es un hecho decodificador que lo conecta con su experiencia vital. Ningún mensaje urbano permanece impermeable a su lectura. Por este motivo el recorrido de la ciudad comienza en el suelo, con los pasos, que le permite apropiarse de una representación háptica, es decir la implicación táctil y sensitiva de la arquitectura.

La experiencia caminante de la ciudad se traduce de este modo en la elaboración de mapas mentales para interpretar sus huellas y trayectorias. Son imágenes transitivas, caligrafías móviles antes que simples representaciones frías. Y esta caligrafía urbana registra los tres valores fundamentales: la sensibilidad, la deontología y la epistemología. Es decir, las sensaciones, las éticas y las verdades profundas de la ciudad.

Con esta retórica caminante la ciudad es mirada como un collage espacial y temporal compuesto de reliquias urbanas, arquitecturas sencillas, historias entrelazadas y tiempos yuxtapuestos, donde sus relaciones son móviles y forman, por eso,  conjuntos simbólicos de alta significación.

La novelística ha tenido casi siempre una ciudad como telón de fondo y el caminar de sus protagonistas por plazas y calles ha hecho posible alcanzar las mejores descripciones del cuerpo y el alma de las ciudades. Tenemos ejemplos señeros en el París de Zola y de Benjamín, el Londres de Dickens, la Vetusta (Oviedo) de Clarín, el México de Paz y la Lima de Vargas Llosa.

Aromática voz

Goethe en su tratado “La metamorfosis de las plantas” escrito en 1790 invitó a los seres humanos a conversar con las plantas con respeto, recorriendo el vínculo profundo que hay entre la ética y el interés por lo bello; entre la ciencia para conocer sus leyes, como expresión de bondad, y la poesía para experimentar vivamente la naturaleza para poder manifestarla.

Siguiendo el sutil método de estudio sugerido por el filósofo alemán, la “Misión Biológica de Galicia” de España, hace pocos meses publicó una olorosa investigación que reafirma que las plantas se comunican por el aroma. En efecto, sus compuestos orgánicos volátiles son para ellas como las palabras para los humanos. Claro, son palabras sutiles y aromáticas, no precisamente como las palabrotas que pronuncian los políticos de la farándula nacional.

Casi todo el diccionario del mundo vegetal todavía es una incógnita. Pero se sospecha, como ocurre entre los humanos, que existen plantas más locuaces y variedades que se conectan dependiendo de una serie de factores. Los investigadores están desvelando los secretos que las plantas han guardado durante su casi sempiterna existencia. Por ejemplo, los trabajos se han orientado a demostrar que las plantas se comunican mediante la emisión de compuestos orgánicos volátiles en respuesta al ataque de insectos para avisar a sus vecinas para que tomen las precauciones debidas para su defensa para cuando llegue la plaga. Los científicos se han centrado en el tomate, el maíz, la patata y el poroto para descifrar este misterioso lenguaje vegetal  para una posible alternativa a los plaguicidas que tanto daño ocasionan al medio ambiente y a la salud.

Otro hallazgo descubierto son las señales de alerta que emiten los arbustos masculinos cuando son atacados por los insectos  y que pueden ser detectadas por los vegetales vecinos, mientras que los arbustos hembras solo se comunican entre ellas demostrando una marcada solidaridad y ninguneo a la masculinidad.

La aromática voz del mundo vegetal está siendo traducida por varios centros  de investigación y pronto se conocerán otros importantes hallazgos para ser aplicados para el bien de la humanidad.

Leal a La Habana

En 1930 Federico García Lorca llegó a La Habana procedente de Nueva York y quedó deslumbrado por sus colores: “Pero qué es esto?  ¿Otra vez España? ¿Otra vez  Andalucía mundial?” Un apabullante espectáculo de naranjas, grises, rosas, azules, bermellones, castaños, rojos pastel, amarillos, beiges, blancos sucios, verdes, ocres, cada uno de ellos con infinitos matices estampados en fachadas, pórticos, zócalos, cenefas, en la carpintería y en los  vitrales para tamizar el fuego del sol caribeño, donde la luz todo lo condiciona y resalta los colores para dar al paisaje un tono poético único.

En homenaje a los 500 años de la fundación de La Habana de 1519, llave de las Indias y principal punto de conexión entre Europa y el Nuevo Mundo, el “Historiador de la Ciudad” Eusebio Leal y una empresa española presentaron la paleta de los 164 colores más empleados en la arquitectura habanera. El estudio sacó a la luz el empleo del blanco al inicio para evitar el reflejo del ardiente sol cubano y con el tiempo la tendencia a utilizar los colores vivos. Todo el banquete de colores para los sentidos que cautivó a García Lorca cuando llegó del cemento de Nueva York ahora continúan degustando sus habitantes y visitantes.

“Sin la música y sin el Habana Cuba no se entiende La Habana” dice el poeta Sigfredo Ariel. Defiende que su potencia cultural es inmensa y que le viene dada por su mulatez y por la mezcla, como una especie de Aleph tropical, donde convergen todos los espacios y los tiempos. Y Pablo Milanés canta a La Habana como la reina de la cultura con mayúsculas, porque da igual hablar de arquitectura, música, pintura, ballet, literatura, ajedrez o poesía.

Cabrera Infante en sus tatuajes literarios sobre La Habana la describe, escribe y la inventa.  “El olor es la sensación que echa a andar el juego de la memoria”. La Habana es, en cada página de su memoria urbana, la “Gran Papaya Musical” insobornable, un territorio donde el viandante palpita noche y día todas sus insaciables y felices sentidos, sin encontrar más que regocijo, ruido, juego, placer, pasión y vida.

En La Habana Hemingway escribió, pescó, amó, deambuló y bebió. Frecuentaba la “Bodeguita del Medio”, lugar donde se inventó el mojito, de atractivo bohemio mundial y humeante interior, frecuentado en los 50 por Pablo Neruda, Salvador Allende, Nat King Cole y Gabriel García Márquez.

Carpentier en su libro “La ciudad de la columnas”, reinventa su historia, arquitectura y música. La Habana, “la vieja ciudad”,  se convierte en un espacio mítico que comprende no sólo la concreta  presencia de sus formas, sino también el ethos barroco en todas sus representaciones.

La columna es la constante urbana habanera. Un transeúnte puede salir del ámbito de las fortalezas del puerto y caminar hasta las afueras de la ciudad atravesando todo el centro, siguiendo una misma y siempre renovada columnata en la que todos los estilos aparecen representados, conjugados o mestizados. Dóricas, jónicas, corintias, toscanas, compuestas, palladianas, mezcladas con toda la fuerza. Y son las columnas las que determinan el módulo y la medida, un modulor que otorga a la ciudad su singular barroquismo para la protección del sol y la lluvia.

La ciudad de las columnas y los portales dan sombra desde hace medio siglo, donde la  superposición de estilos fueron creando ese estilo sin estilo en un proceso de simbiosis, de amalgama, que se erige en un barroquismo que distingue a La Habana de otras ciudades de América Latina.  Pero existen cuatro Habanas: la colonial, una ecléctica republicana, otra déco y la moderna. Las personas, las casas, las cosas y sus vehículos clásicos no se suceden, sino que se encuentran reconociéndose en cada esquina y en los signos que las perfilan.

Eusebio Leal como “Historiador de la Ciudad” aseguraba que más allá de su patrimonio material La Habana es un estado de ánimo que seduce y atrae. “A veces la ves cubierta por un velo de decadencia, pero cuando tú rompes ese velo aparece entonces el esplendor de su urbanismo y de una arquitectura que te permite, por una sola avenida, ir desde los castillos del siglo 16 hasta la modernidad de Richard Neutra”.

A Leal  se debe en gran medida el rescate y rehabilitación de la antigua ciudad herida de muerte debido a la falta de recursos. Sin él y su ingente obra restauradora, La Habana Vieja y su excepcional fondo arquitectónico y urbano, que desde 1982 forma parte de la lista de patrimonio mundial de la Unesco, probablemente hubiera sucumbido.

A partir de 1981 comienza a dirigir las obras de restauración. En 1993, cuando el derrumbe del campo socialista dejó el país sin recursos, Leal convenció a Fidel Castro para dotar de autonomía y crear su propio sistema para autofinanciar la restauración. Durante casi tres décadas rehabilitó cientos de edificios y espacios públicos que hoy son el corazón de la ciudad.

 “Preservar el patrimonio material e inmaterial de la ciudad es importante, pero no como una tarea de momificar el pasado. El proyecto de La Habana y la misión que tenemos es precisamente darle vida, que la ciudad sea para los que la vivan, por eso la Oficina del Historiador ha creado escuelas, centros de salud y vivienda, es la única manera de que no se convierta en un pueblo viejo o en un centro turístico…. Hay más trabajo que nunca, todavía queda mucho por salvar”, sentenció ya muy enfermo, hace pocos meses.

Falleció este viernes 31 de Julio a los 77 años. Su muerte se vivió con conmoción entre la gente humilde, el mundo de la cultura y en las instancias oficiales, porque Eusebio Leal fue leal a la historia y a la cultura arquitectónica de La Habana.

La fuerza de la vida

Millones de madres iniciaron la aventura de la maternidad en el mundo que conocíamos.  Algunas todavía se preparan para dar a luz y otras ya lo han hecho pero en un planeta totalmente diferente.

En el día de la madre, – reconocido el segundo domingo de mayo en más de 128 países -, la UNICEF recordó que el número estimado de niños que nacerán a la sombra de la pandemia será de alrededor de 116 millones. Los recién nacidos serán recibidos dentro de las 40 semanas  contadas desde el 11 de marzo, fecha declarada de la pandemia,  en condiciones difíciles que incluyen medidas de aislamiento, toque de queda, centros de salud sobrecargados, escasez de suministros, equipos e interrupciones en los servicios sanitarios.

Pero la fuerza de la vida, en estas condiciones extremas que vive el planeta,  hace que el ovillo del genoma humano realice el milagro de una coreografía perfecta para ayudar a formar células,  tejidos y órganos de un cuerpo completo del bebé, para luego de nacido, mantenerlo vivo y sano.

Toda la información que el bebé necesita está escrita en su genoma: una doble hélice que contiene 3.000 millones de letras de ADN. Esa secuencia contiene las instrucciones para fabricar las proteínas que le permiten respirar, ver, sentir, amar, crear y realizar con éxito todas las funciones básicas de su organismo en este kafkiano mundo infectado por la pandemia.

Estirada de extremo a extremo, la secuencia del  ADN del bebé mide dos metros. Casi cada una de las células lleva una copia del genoma y su cuerpecito tiene más o menos 30 billones de células. Esto significa que si pudiese estirarse y unirse el genoma de todas sus células podría alcanzar sin problemas Próxima Centauri, el sistema solar más cercano a la Tierra a 40 billones de kilómetros.

Pero lo más asombroso es que esa hélice de dos metros es capaz de plegarse y retorcerse sobre sí misma en una forma alucinante de ovillo aparentemente caótica hasta embutirse en su espacio que es 10 veces más pequeño que el diámetro de un pelo: el núcleo de la célula.

Es la fuerza de la vida del ovillo del genoma humano frente a la muerte que ronda el planeta. Frente a un futuro incierto nacen bebés sanos que tomarán la posta que transformarán positivamente nuestro actual infectado mundo.

Que Dios y la OMS no lo permitan

La pandemia ha movilizado de un modo sin precedentes a un sector cuyo papel es clave en esta crisis: la investigación científica internacional. La Revista Nature calculaba que solo hasta el 12 de marzo se habían realizado 900 estudios sobre el virus que tres meses antes ni siquiera se conocía.

La ciencia está en una carrera para encontrar una vacuna y los tratamientos que permitan neutralizar los efectos sanitarios de la pandemia. Y es aquí donde los esfuerzos conjuntos se tornan fundamentales. La OMS coordina a toda la comunidad científica para determinar las prioridades en materia de investigación y acelerar los avances.

En esta frenética carrera se estudian las moléculas o mecanismos de infección del SARS-CoV-2 que pueden constituir dianas terapéuticas de interés. Entre ellas se destaca la proteína “S”, que le permite al virus acoplarse y fijarse a la superficie de las células que ataca.

Cuando la vacuna esté lista las preguntas clave serán: ¿Quiénes deben recibirla de manera prioritaria? ¿Cuál debe ser la estrategia de asignación de la vacuna?

Es seguro que la gestión política de los gobiernos ricos ejecuten el proteccionismo de las vacunas para asegurarse sus dosis de los fármacos anti-virus y el acaparamiento será un fenómeno del que se hablará en los próximos años. China ofrece “generosamente” un crédito de 1.000 millones de dólares para que los países  de América Latina y el Caribe “cuenten con la vacuna como un bien público de acceso universal”.

La Casa Blanca financia con mucho capital a las multinacionales farmacéuticas la urgente elaboración del fármaco a cambio de un trato preferente de su entrega. La Unión Europea también está en líneas similares, en una espiral de sálvese quien pueda. Se habrá inaugurado de este modo una suerte de nacionalismo vacunal.

Este nuevo nacionalismo beneficiará  a su propia población aun a costa de la salud de los países pobres. Y este tipo de egoísmo no sirve en una pandemia, que es por definición propia un fenómeno mundial. El supuesto beneficio parcial solo protegerá a una minoría pues el virus probablemente contraataque con la fuerza redoblada del tiempo y la evolución viral.

En el caso del coronavirus la globalización en la venta y distribución de los medicamentos contra el  virus resultan insuficientes, injustos e inhumanos. ¿Sufriremos en el inmediato futuro los efectos del nacionalismo vacunal? Que Dios y la OMS no lo permitan.

La globalización y lo cosmopolita

La globalización nos hizo creer que éramos ciudadanos del mundo pero la pandemia ha cerrado las fronteras entre continentes, naciones, provincias, cantones e inclusive entre parroquias. De ser ciudadanos de la aldea global ahora nos hemos  convertido en ciudadanos enclaustrados en nosotros mismos y en nuestro pequeño mundo.

La globalización puso en marcha la aspiración de una lengua universal, – las matemáticas y el inglés científico-, para que una sola cultura hegemónica no dependiera de los rasgos constitutivos de las culturas particulares, sino que fuera algo común a todas ellas, sobre todo para imponer sus significados más allá de sus fronteras, hasta extender sus dominios, si fuera posible, a toda la humanidad.

 La globalización bajo la máscara del progreso, la democracia y la libertad, propagó una única moneda, una sola lengua y un único modo de vida basado en el consumismo y el viaje placentero.

Sin embargo, el mundo cosmopolita es diferente al de la globalización. Nació como vacuna contra el nacionalismo y el universalismo y con una clara vocación errante: “la patria en las sandalias”. Se dice que el cínico griego Diógenes inventó el término cuando le preguntaron de dónde procedía: “soy ciudadano del cosmos” respondió. Para él, como para los antiguos, el mundo era complejo y tenía diversos planos de existencia que podían visitarse en sueños y a través de la meditación.

El cosmopolitismo considera a todos los hombres de la tierra conciudadanos y connacionales. El moralismo y las costumbres provincianas arruinan el goce del cosmopolita cuyo sentido es más bien la apertura inteligente al mundo, la asimilación con pertinencia de las culturas de los otros y la fidelidad a las vidas de las historias antiguas y modernas.

Se puede ser cosmopolita en estos tiempos de confinamiento  o provinciano siendo defensor de la globalización. El primero se recrea con la diversidad, intuye la naturaleza errante de la condición humana, se realiza en la investigación, la crítica y en el genio de las culturas extrajeras; mientras que el segundo, a pesar de haber viajado constantemente y hoy disponer de datos de Internet, lo que cree saber y conocer es puro esnobismo.

Hume, Leibniz y Spinoza fueron grandes  cosmopolitas  de la Ilustración que apenas salieron unos pocos kilómetros de su terruño.  Es más, Kant nunca abandonó su pequeño pueblo natal de Koenigsberg   llevando una vida sencilla, espartana y silenciosa, pero alcanzó un conocimiento profundo y extenso de la naturaleza humana, las experiencias del mundo, el arte y la geografía. Entre los filósofos modernos fue el más talentoso pensador por su fuerza de penetración y profundidad con las que influyó en toda Europa y en la filosofía universal.

Saquemos una lección de lo expuesto: seamos cosmopolitas con los filósofos y no globalizados como ciertos modernos esnobs.

«Damnatio memoriae» y arte público de las estatuas

“Damnatio memoriae” es una locución latina que significa “condena de la memoria”. Fue una práctica romana que consistía en condenar el recuerdo de un enemigo del Estado tras su muerte. Calígula, Nerón y Cómodo son los emperadores condenados más conocidos.

El Senado lo decretaba de manera oficial y se procedía con diligencia a eliminar o echar al olvido todo cuanto haya hecho o que podría recordar al condenado: arcos, columnas, puentes, acueductos, coliseos, teatros, termas, conquistas, leyes, e incluso se prohibía nombrarlo de manera pública. Y cuando el sucesor deseaba imponer una visión negativa del fallecido, ordenaba al Senado para que se cumpla el estricto decreto de la “Damnatio memoriae”, para que el legado del perjudicado fuese borrado de monumentos, pinturas, monedas,  etc., acto denominado “abolitio nominis” que significa borrar su nombre de las inscripciones.

Y para no dejar rastro del condenado, sus estatuas se destruían y sus leyes eran anuladas. Igual suerte corrían las obras edificadas que si se escapaban de su destrucción o estigmatización se consideraban erigidas por su sucesor.

Pero la maldita “Damnatio memoriae” no cumplía sus fines a cabalidad cuando el legado de un emperador  había sido importante y por ello no podía ser borrado de la memoria del pueblo. La “Damnatio” era todo lo contrario de la “Apoteosis” cuyo significado consistía en que el emperador fallecido obtenía la divinización ascendiendo al olimpo de los dioses.

Desde la antigüedad las estatuas han sido representativas de los héroes nacionales y de los valores de los pueblos: las estatuas de los Guerreros de Terracota del emperador Qin Shi Huang, Constantino, Napoleón, Wellington y Bolívar son claros exponentes  de lo mencionado.

La rebelión contra las estatuas glorificadas y perpetuadas por los imperios que representan sus símbolos fundacionales, que hoy se caen ante el peso de las protestas antirracistas por la muerte de George Floyd, exige que los espacios públicos se liberen de las figuras cuyo legado se construyó sobre el racismo, la esclavitud  y el colonialismo.  ¿Se repite después de 2.000 años la “Damnatio memoriae”?   ¿La rebelión contra las estatuas justifica la “condena de la memoria” y los actos de vandalismo?  ¿Deben esas estatuas permanecer erigidas a pesar de que sus figuras representen un turbio legado?

En este contexto cabria anotar que los hechos históricos del pasado no se pueden juzgar desde la mirada contemporánea porque en aquellas épocas existían otras razones y valores. Pero sí se puede considerar legítimo que la sociedad  demande acciones reparatorias cuando se hayan cometido abusos a la humanidad.

Y para concluir, una reflexión sobre la estética y significado de los monumentos estatuarios. En el arte público de las estatuas de calidad, la forma corpórea surge de un contenido ideológico,  – que no ideologizado -, se carga de él y luego vuelve hacia el contenido para aprehenderse en su totalidad. Existe por tanto una unidad esencial entre la forma sensible que se expresa por el contenido ideológico de la estatua que le otorga sentido.

En nuestras ciudades se han erigido estatuas  que podrían clasificarse de esta manera:

  1. Con buena forma y legado histórico, para valorar.
  2. Con forma sin calidad y turbio legado, para retirar.
  3. Con buena forma y turbio legado, para cuestionar, o trasladar a un museo.
  4. Con forma sin calidad y legado histórico, para mejorar.

La corrupción: reflexiones y aforismos

El profesor español Jorge Wagensberg advierte que no es lo mismo acceder al estatus de corrupto que mantenerse en él, porque cuando ya lo ha conseguido, trastoca con todo descaro el significado de uno de los grandes valores del ser humano: la moral.

Con lo primero se favorece el privilegio de llegar al  poder con la finalidad de atracar los recursos públicos y con lo segundo, “aprovechar” esta circunstancia, que no durará mucho tiempo, para alejar a los “competidores” y dificultar que nadie más lo haga.

Huyamos de cualquiera de las formas de corrupción que solo busca la ganancia rápida y fácil y destruye los ideales honrados y estéticos del hombre y la sociedad.

El cáncer de esas formas de corrupción bien puede expresarse de modo conciso y en pocas palabras. En este sentido, el aforismo puede ser una estrategia útil para sentar un principio de manera coherente, en apariencia cerrada y por tanto con rotundidez:

  1. La persona corrompida se acostumbra a las malas prácticas, hasta el punto de crear una segunda naturaleza y pensar que la corrupción es cosa de todos y de nadie.
  2. El corrupto que medra en un cargo público dice: si me enriquezco en esta posición soy un listo y si no lo hago, soy un  tonto.
  3. Al corrupto se lo intuye en su discurso porque repite todo el tiempo: lealtad, inocencia, luchar contra la corrupción.
  4. La democracia plena, iniciativa pública para beneficio público; la iniciativa pública para beneficio privado, ¡corrupción!
  5. El corrupto, el corruptor privado y la sociedad corrompida se funden y confunden.
  6. El corrupto es un amoral, su conciencia no le acusa del mal que comete y por tanto su arrepentimiento es casi imposible.
  7. La patria del corrupto es su paraíso fiscal. Por lo tanto, eliminarlos.
  8.  Las formas intrínseca y encadenada de la corrupción permiten articular una jerarquía y una trama que necesita de mucho tiempo para ser desenrolladas.
  9. Todos los mortales somos propensos a la corrupción. Sin embargo, el hombre de bien debe preguntarse siempre si está escuchando o no la voz de su conciencia.
  10. La corrupción que los ciudadanos de un país admitan, esa pervivirá.

Cachivaches

El mercado de alquileres de inmuebles en Suiza es una verdadera odisea por lo que cuesta muelas conseguir una casa o departamento a precios razonables. Por supuesto, como en todas partes del mundo capitalista, los precios son variables de acuerdo a la zona de ubicación, el tamaño, la calidad constructiva y los servicios adicionales que brinda el inmueble. Además, los precios varían de cantón en cantón, siendo los más elevados en las ciudades importantes como Zurich o Ginebra en donde, según las estadísticas nacionales, los precios medios del alquiler mensual  de una casa de aproximadamente 200 m2 están entre los 5200 y 5600 euros.

En Suiza es muy habitual que los departamentos y las casas se arrienden sin amoblar, lo que implica que usted puede encontrar la vivienda sin los casquillos para colocar las bombillas, sin cortinas, falta de nevera e incluso el lavavajillas. Por este motivo, el casero le puede ofrecer como mucho el servicio de lavandería común ubicada en el sótano del edificio.

De todos modos,  si ha decidido vivir en el bello país de Suiza, es necesario que prepare el bolsillo porque amoblar un departamento o una casa será sumamente costoso. Y si ha sido muy afortunado por el destino, inclusive podrá vivir en una mansión de más de 200 m2 con jardín y amoblarla con cualquiera de las famosas tiendas Suizas que ofrecen colecciones clásicas de excelente gusto y muy funcionales para las exigentes necesidades del nuevo hogar, tales como: armoires, bibliotheques, vitrines, tables de chevet, coffres, commodes, consoles, etc.

Además, le recomiendo a usted  con mucho respeto no recibir y embodegar en su nueva casa muebles de viejos amigos porque estos cachivaches pueden ocasionarle después muchos problemas….

Letr INA

Si usted es de estómago débil  le recomiendo que no lea este artículo, pero si se anima no puede hacerlo justo antes o después de comer.  De todos modos, no me responsabilizo de cualquier desaguisado que le pueda causar por esta brevísima historia de cómo la gente se limpiaba,  – y se limpia todavía – , el trasero después de ir a las letrinas.

La historia de la letrina tuvo su apogeo en Roma, cuyos habitantes  se distinguían, entre otras cosas, por su afición a las termas y a los baños. Los arqueólogos nos han permitido conocer sus costumbres a través de las ruinas de Roma y de las provincias del Imperio, en donde los ciudadanos aprovechaban para defecar, socializar y conspirar.

Sus instalaciones eran públicas y una vez dentro, las necesidades fisiológicas de senadores, soldados, comerciantes y artesanos se hacían en grupo y a la vista de todos los presentes, sin pudor y sin tabiques separadores entre los WC. Súmese a esto el método del limpiado del trasero, que a falta de papel inventado por los chinos, el instrumento en cuestión era una vara de madera con una esponja marina atada a un extremo, la “spongia mediterranea”  que se recolectaba en algunas islas griegas. Para ellos esta íntima actividad no era más que la combinación de una necesidad fisiológica con sus actividades sociales y políticas.

La letrina romana después se popularizó en todo el mundo para evitar los brotes de cólera que fueron causados  por unos deficientes sistemas de retirada de los excrementos. Con el tiempo esta instalación ha sido desarrollada para ser usada de modo estrictamente personal, – ahora con mayor razón en estos tiempos del coronavirus -, cumpliendo normas que deben ser respetadas para maximizar su eficiencia, sobre todo en las áreas rurales.

Gracias estimado lector por el interés mostrado en este corto texto que narra una de las necesidades  indelegables del hombre. Como queda descrito, el uso de la letrina tiene una larga vida en la historia de la humanidad.

Y en nuestro atribulado Ecuador, la utilización de la letr INA también tiene su propia historia fétida que por oscuros intereses no se ha contado todavía. Ojalá pronto se conozca este intríngulis que revele sus inmundicias.

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